jueves, 9 de abril de 2015

La lluvia...



 Madrid, 09 de Abril de 2015


Llueve.

Y cuando llueve, los sentimientos románticos florecen.

Principalmente los sentimientos de nostalgia, añoranza y sobretodo los recuerdos, ya sean buenos o malos y, las ganas de estar rodeados de alguien que con su calidez nos abrace y nos haga sentir su buena compañía.

Y es en esos momentos de frío y nostalgia que resulta más gratificante esa compañía.

A mi personalmente me encantan los días de lluvia por eso. Porque puedo disfrutar de una forma más intensa de las personas que me acompañan y me rodean. Es muy gratificante...

Con la lluvia, nuestra nostalgia se siente acompañada. La lluvia llora con nosotros, nos aconseja, nos resguarda. Su sonido rebota en las cavidades más solitarias de nuestra mente. Nos evoca emociones complejas pero que a su vez se resuelven por si mismas de la forma más sencilla, a medida que van cayendo las gotas y su sonido golpea el suelo o las ventanas...

¡Qué bonito sentimiento!

Pero, ¿por qué se despierta en nosotros ese sentimiento? Ese sentimiento que es más que especial, sobretodo porque, viene de lo ajeno. No lo provocamos nosotros, sino que lo provoca la lluvia. El día nublado. Y además es particular porque no es comparable a otros momentos en los que sentimos nostalgia. La nostalgia al margen de la lluvia se lleva peor. Por ejemplo, en un día soleado...

Cuando llueve, entendemos mejor nuestra conexión con la naturaleza más virgen. Nos sentimos más humanos, que al fin y al cabo, es lo que somos. Seres humanos en conexión con otros seres y con la naturaleza.

El retiro, la meditación, la oración o los intentos de relax son fundamentales para entendernos mejor a nosotros mismos. Para encontrar cierto equilibrio, y la lluvia juega un papel fundamental en todo eso...

No sé si somos conscientes, de hasta qué punto necesitamos, de vez en cuando, encontrar esa conexión emocional, cósmica o personal con lo que nos rodea; olvidándonos de los aspectos más mecánicos de nuestra existencia y de los valores que nos alejan de este menester.

La lluvia por lo tanto, nos recuerda quienes somos. Lo que sentimos. Nos recuerda lo que anhelamos y nos pone en contacto con un aspecto más intimo con nosotros mismos que nos hace crecer.

No se si existe una relación de causalidad entre el hecho de que llueva y los sentimientos que genera esto en el ser humano. Quiero creer que sí. Por aquello de la conexión con la naturaleza y de encontrar un sentido a nuestra existencia en conjunto con ella... Por aquello de no ser solo agentes externos e independientes de nuestra auténtica naturaleza. Esa naturaleza que nos provee de valores humanos y que nos pone en mayor contacto a los unos con los otros. Por tanto, quiero creer que la lluvia, también es un mecanismo que la naturaleza pone a nuestro servicio para que logremos un punto de contacto con nuestro lado más íntimo y que a su vez nos relaciona con lo que nos rodea...


I.

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