jueves, 22 de julio de 2010

Afro-descendencia


El año 2011 se prepara para ser el año internacional de la afro-descendencia declarado por la Organización de las Naciones Unidas.

Para algunos, este termino resulta incongruente, inespecífico o incluso gregario, etc.

¿Qué entendemos entonces por afro-descendencia?
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Sin duda, tendríamos que preguntar a los promotores de esta nueva fecha a recordar qué es lo que ellos entienderían por tal ya que, como podemos observar, son muchas las apreciaciones que se pueden tener al respecto de este término según dónde se pregunte y a quién preguntemos.

Así, no será lo mismo preguntar qué es afro-descendencia en un lugar remoto del centro de África donde las tradiciones culturales africanas y el sentido de ‘ser africano’ permanezca intacto, que preguntar en ciudades del lejano oriente donde el término les resulte absolutamente abstracto.

Existe una opinión generalista que difunde que al ser el ser humano actual originario del continente africano, desde el momento en que empezó a expandirse por el resto del planeta todos y cada uno de sus componentes se convirtieron en afro-descendientes. Y sin embargo, existe también la tendencia a alejarnos de dicha concepción generalista que englobaría a la totalidad del ser humano actual en su conjunto.

La concepción actual que se tiene del mundo, separado mediante nombres ciudades, países y continentes que engloban idiomas y culturas dificulta el acceso a esta imagen del ser humano como un ser carácter global que procede del mismo origen.

¿Qué tiene cada persona de africano?

¿Qué es aquello que nos relaciona con nuestros orígenes?
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Lejos de parecer éstas, cuestiones que buscan una respuesta exclusivamente teórica o cultural, parece existir en ellas también una respuesta biológica. Habría entonces que analizar los valores que a nivel biológico conformaron a los primeros seres humanos que todavía permanezcan hoy en todos y cada uno de nosotros. Valores éstos que a través de la puesta en práctica de las diferentes culturas (y teniendo en cuenta su mutación o expansión y su consiguiente diversificación) se intentaron e intentan reflejar y que se relacionan directamente con lo más intrínseco dentro de todos y cada uno.

¿Qué sabemos de África y de los valores más intrínsecos de sus culturas o de las culturas más ancestrales?

¿Hasta qué punto éstas nos construyen como personas?

Sin duda, parece ser que para dar respuesta al origen del ser humano y a muchas de las incógnitas que nos plantea la vida en referencia nuestra historia y que a su vez nos construyen como personas, mirar al origen, a África con el corazón abierto y conocerla a ella, sus valores y todo aquello que con ella nos construlla y nos pueda relacionar, se torna fundamental.
A continuación os dejo el link a un video donde el profesor J. Bolekia nos explica, entre otras cosas, algunos de los significados de 'ser africano'.


I. Morgades

martes, 13 de julio de 2010

Biología y Ser humano


A raíz de la grabación de un reportaje en el que mi valorado amigo Martin López hacía un comentario al respecto del significado del actual separatismo étnico e interracial, es que se me ocurrió el título de este texto sobre el que sugiero comentar algo al respecto.

Mi amigo Martin, al que agradezco encarecidamente su palabras en el reportaje y sobre el que os animo a seguir sus textos expuestos a través de su página web (....), comentaba algo acerca de esa tendencia innata del ser humano a crear grupos como un factor biológico que si bien antaño hubiera servido para mantenernos "a salvo" de otros grupos con los que no teníamos contacto debido a las distancias, entre otras cosas, hoy, al ser la situación otra completamente distinta, la situación cambia, y sin embargo, dicha actitud, no por ser biológica o innata hubiera de permanecer sino que hubiera de ser superada teniendo en cuenta la evolución temporal y que hoy en día la cercanía y el contacto con otras personas lejanas es una constante frecuente y más fácil de llevar a cabo.

En este sentido entiendo que el ser humano, efectivamente, tiene una tendencia perjudicial a encontrarse absolutamente al margen del conocimiento de si mismo como algo biológico y de no entender como tal sus movimientos, pensamientos y constantes cambiantes.

Parece ser que tendemos a entendernos a nosotros mismos como seres que, casi al margen de la naturaleza propia biológica que dicta el porqué de nuestros movimientos, encuentran a través de una supuesta capacidad de razonar, una supuesta capacidad de dar un sentido a su realidad al margen de todo eso. Creamos una autoridad sobre nosotros mismos sobre la que no parecemos tener capacidad de dirección y desde ahí intentamos comprenderla y darla sentido.

Así pues resulta fácil comprender muchos de los dilemas en los que nos vemos envueltos día a día, y en cualquier caso si algo parece evidente es el hecho de que a través del conocimiento de nuestro funcionamiento como algo biológico resultaría mucho más sencillo comprender el porqué, ya no de las cosas si no de nuestros actos e incluso de nosotros mismos.

Nos vemos y nos miramos como si de un espejo se tratara. Desde fuera, intentamos dar una imagen o conclusión concisa de nosotros mismos. Sin comprenderla desde lo intrínseco de si misma.

Tenemos pues una tendencia innata de, para entender nuestra realidad, extrapolarla (mediante el raciocinio) para intentar sacar una conclusión de la misma. Es un método este de re-conocimiento a través del cual nuestra realidad biológica intrínseca intenta acercarnos a ella.

Tal vez se trate de un mecanismo de comprensión que lejos de ser el resultado concreto en si mismo en el que parecemos estancados, sea el mecanismo que avanza en pro de un conocimiento más intrínseco de nosotros mismos como muchos otros que, si antaño no conocíamos porque el cerebro no nos daba en ese momento para más, hoy si, se encamine a una desaparición.

Lejos de dar un sentido racional a la realidad que encaje en sí mismo (lo cual parece conflictivo y confuso ya que todo el mundo tiene una opinión), buscamos hoy un sentido racional que encaje con nosotros biológicamente. Que lo entendamos como tal.

Cómo si no es posible el consenso entre las personas si no es cuando este es reconocido de forma biológica por todos y cada uno de sus componentes. Tal vez cuando decimos que todos y cada uno de los seres humanos somos iguales nos referimos a este punto, que lejos de entenderse desde un punto de vista única y exclusivamente racional habría de entenderse desde una comprensión biológica que en este sentido si fuese asumida por todos y cada uno.

¿Qué nos aleja de este menester?

Lo vemos cada día.



I.




miércoles, 24 de marzo de 2010

Respuesta a Alberto sobre su comentario al texto: El lujo.

Aunque intentes ocultarlo lo sabes. No hay más palabras de alago que te pueda mostrar por cada respuesta que publicas. Sin duda ayuda. Y sin duda también, me quedo con varias de tus frases pero, empezaré por esta:

'Debido a las grandes desigualdades económicas, por desgracia el placer aún se considera un lujo, de los que uno no puede permitirse, por gran parte de la población de este planeta. Eso es algo que debería preocuparnos'

Me preocupa.

Sin embargo, son tantas las cosas que nos alejan de tantas otras cosas, cosas éstas que a su vez nos acercan a nosotros mismos, que adentrarnos en este inmenso mar de posibilidades, dudas, creencias y opiniones o verdades simplemente desborda. Lleva tiempo, paciencia y ganas.


Me preocupa el hecho de que disfrutar de la vida plenamente pueda ir quedando supeditado a las condiciones más superfluas, ajenas a lo que considero el potencial del ser humano.


Al parecer, todo aquello de lo que de verdad disfrutamos queda subordinado a la importancia que adquiere en un momento dado el 'método' o 'cómo' del disfrute, más que del 'aquello' en sí mismo o el resultado que el disfrute produzca en nosotr@s. Y en lugar de ser simple y llanamente el puente que nos impulse a ello, aquello, hoy en día, parece difuminar nuestra capacidad de apreciar el valor del disfrute en si mismo...

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Amigo Alberto, has puesto varios ejemplos a mi parecer muy dignos de ser considerados verdades de lo que considero el comienzo del auténtico conocimiento, enriquecimiento y/o desarrollo personal. Para algun@s podrán incluso parecer simples romanticismos carentes de sentido práctico ya que al fin y al cabo ¿qué felicidad -práctica- existe a la hora de respirar el frescor de la hierva mojada tras la lluvia en un mundo donde parece primar sobre todo, el valor de la cantidad de asfalto construido...

Pero ahí están. Y sin duda se convierten en las cosas que hacen que seamos capaces de percibir nuestra existencia.

Cuando dices:

Lujo es levantarse por la mañana, abrir la ventana y ver la luz del sol.
Lujo es sumergirse en el placer de las notas de una canción,
y rendirse a las emociones que ésta provoca.
Lujo es una brizna de hierba.
Lujo es mantener una conversación enriquecedora.
Lujo es poder compartir tus cimas y poder compartir tus valles.

pienso yo, ¡qué grandes palabras! ¡Cuántas emociones evocan en mi!... Y qué necesarias éstas. ¿En qué sentido son éstas importantes? Porque, si están ahí; si forman parte de aquello que nos constituye y nos (digamos) enciende (ya que aunque nace fuera, se aprecia dentro), tienen que significar algo en o para nosotr@s... Es decir, las cosas no están ahí simplemente por que sí. Tienen una razón de ser. Y es esa razón la que nos permite discernir el porqué de dichas cosas...

Cuando me emociono al pensar que voy a rendirme a las emociones que en mi una canción provoca, esto significa algo. Pero ahora mismo, lo que pueda significar solo me da para pensar en las consecuencias de aquellas emociones que ello en mí provoca. Es decir, ¡qué bien se siente un@ al escuchar las notas de una canción de la cual su más íntimo yo ya forma parte! Pero entonces... ¿ésto qué implica...? ¿Placer por el placer? (del que creo hablábamos en alguna de las entradas?) Pues bien, no seré yo quien defina los consecuencias de esto en cada uno de los que en sí lo sientan. Yo solo puedo hablar con seguridad de lo que yo siento, si acaso a veces ni eso.

Aquí encontramos pues, la diferencia entre aquello que en nosotros evoca ciertas sensaciones y aquello que simplemente no provoca esas sensaciones. Pensémoslo. ¿Qué hay comparable al sentimiento orgánico de respirar hierva mojada? Y ¿cuáles son las consecuencias de ésto? ¿Qué nos hace sentir y qué significa o qué resultados genera a posteriori ese sentimiento?...

Sin embargo, nuestra vida no se reduce solo a esos sentimientos o emociones o consecuencias de los mismos. En nuestra vida hay muchas otras cosas que de alguna manera pareciera que intentaran acercarnos a dichas sensaciones (realmente no se si estos son los vocablos correctos; pero ahí quedan a interpretación de cada un@ a falta de algo más genérico o concreto). Esa búsqueda constante del placer, ese hedonismo que mencionas, bien podría conseguirse si la naturaleza, en lugar de hacer de nosotros un constante buscador de las verdades, o de aquello que aleje fuera de nosotros las dudas que se generan 'en nosotros' (para -al parecer- así conseguir esa tranquilidad que se acerca al sentimiento generado tras respirar hierva mojada, pero esta vez de una forma no definitiva pero constante), nos hubiera convertido en simples vividores de éste tipo de emociones.

Bien, parece que eso es lo que somos (a parte de otras cosas): vividores de emociones. Pero de muchos tipos de emociones (sin embargo), que a veces incluso nos desbordan más que tranquilizarnos. Es decir, no somos simples hedonistas, y aún así al parecer eso queremos o buscamos. Nadie quiere sufrir. Pero sufrimos y disfrutamos...

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Querido Alberto, como ves, este es un tema complicado que atañe muchas cosas. Cosas que van desde lo que podríamos definir como la 'des-humanización' del lujo hasta las consecuencias de los derivados de ésto o sus por qué. Pero simplificando podría lanzar mi teoría´(así por las buenas) diciendo... La búsqueda del lujo pues, bien podría ser el reflejo materializado (por el conocimiento adquirido a lo largo de la historia) de aquello que ese mismo 'factor que materializa' (que bien podríamos llamar en términos matemáticos 'x') interpreta como aquello que en realidad buscamos, eso sí desde la materialización.

(Como ves amigo, realmente, este es un tema lleno de entramados, que intento desmenuzar poco a poco y sobre el que espero ponerte a ti y a los que puedan estar leyendo ésto al tanto, en futuras páginas)

Así, nos caracterizamos por intentar encontrarle sentido a las cosas y pareciera que hubiéramos llegado a un punto en que todas las cosas tuvieran sentido. El sentido que nosotr@s les demos. Curioso, porque como el perro que se muerde la cola, si las cosas tienen el sentido que nosotros les damos, ¿cuándo sabemos cual es su sentido auténtico si cada uno podemos darle un sentido?

Qué lío.

En este sentido me viene a la cabeza la teoría de que cuando a algo tienes que encontrarle un sentido, es que el sentido real de ese algo no tiene el sentido en si mismo que a él quieres darle.

El sentido de algo es. No se hace.

Así pues, siempre he creído que existe un sentimiento que nos une y nos identifica a tod@s. Un sentimiento que es eso en si mismo, y que parece no distinguir entre las diferenciaciones o adjudicaciones sociales creadas por el ser humano, sean estas relativas al ser humano o no.


Es el sentimiento de seguridad; pues solo cuando uno esta seguro de lo que ve, oye, prueba, huele o toca, sabe. El sentimiento de seguridad que produce saber algo no es necesariamente correlativo al hecho de conocer ese algo previamente. Pero si parece tener algo que ver con dejar de dudar (o, directamente no dudar) sobre aquello que se ve, siente, huele o toca.

Estamos seguros de cuando nos gusta algo y de cuando no..., de cuando nos duele. Lo sabemos.

Pero, muchas veces, ese sentimiento de seguridad se difumina entre tantas opiniones, definiciones y supuestas - añado - verdades ajenas a nuestra certeza personal que, casi SIN plantearnoslo desde nuestra más personal intencionalidad, llegamos a convertirlos en opiniones, definiciones y supuestas verdades propias, que así, ante otra persona, bien podrían ser relativas. Eso sí, ante otra persona, ya que ante nosotros mismos no hay verdades rebatibles, al menos no cuando estas provienen desde la certeza. Y así, digo supuestas porque, si esto fuera así, aquello que para mi pueda ser una verdad en un momento dado, para otra persona puede que no lo sea, y es curioso como puede llegar a convertirse en un conflicto de intereses, que una vez más desde la necesidad de una certeza como verdad única, vuelven a jugar su papel fundamental en nuestra trayectoria, creando su mundo de verdades y no verdades.

Sin embargo, personalmente y como he dicho antes, creo que nada está ahí porque sí. Y si a lo largo de nuestra historia han existido cosas que nos han alejado de nuestras certezas, tendrán su razón de ser y eso es algo que con tu ayuda, Alberto, y con la de todos aquellos ya aquellas que quieran participar podremos al menos intentar discernir, si así fuera.

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Entonces, realmente, ante tan amplio abanico de posibilidades provenientes de suposiciones, creencias y opiniones, ¿existe la posibilidad del consenso ante diferentes realidades? ¿Existe una verdad absoluta comprendida y sabida por tod@s?

Lo que para algunos, hoy, de un lujo pueda ser considerado un derecho venerado, para otros bien podría ser un insulto (con respecto a esos otros). A sí diferentes combinaciones de posibilidades.

Pues bien, si existiera esa verdad que nos alejara del conflicto, considero yo que sería más fácil encontrarla al margen de las interpretaciones que todos y cada uno somos capaces de dar sobre una única cosa y empezaría a descubrirse a través de las interpretaciones que la cosa en sí misma evocara en nosotr@s.

De gran ejemplo se torna aquí, el hedonismo del ser humano del que varias veces hemos hablado y la búsqueda del placer como método de supresión del dolor 'casi' por naturaleza, ya que pareciera que la búsqueda del lujo y el placer se hubiera convertido en una máxima cada vez más distorsionada de su epicentro. Pero, para desmenuzar la situación vayamos por partes:

Primero aclararé porqué he dicho 'casi', en tanto a la búsqueda del placer o hedonismo por naturaleza:

Si entendemos la naturaleza como algo perfecto (tema a discutir / definir, el de si la naturaleza es algo perfecto o no ya que ésto conlleva el hecho de en qué sentido la naturaleza es perfección o si la perfección es la consecuencia o resultado de ello), en el sentido de que cuyas reglas se rijan por unas leyes cuyos actos vengan estrictamente determinados por un fin, la 'búsqueda del placer como método de supresión del dolor' como fin constante del ser humano, parece (o no) suficiente para explicar el curso de nuestra historia, pero también parece estar determinado por los cambios a la hora de determinar el camino para encontrar dicho FIN CONSTANTE.

Por otro lado, si el ser humano se rigiera por la necesidad de placer en sí mismo, entiendo que, si así fuera; si lo único que nos moviera fuera el disfrutar del placer, nos bastaría con hacer sólo aquellas cosas que con el placer algo que ver tuvieran y dado que ya las conocemos (al menos algunas) viviríamos en el placer constante, y no en la constante búsqueda de placer. No existirían las cosas desagradables ya que, YA sabemos al menos algunas de las cosas que nos producen placer y en ellas nos recrearíamos, por lo tanto, en el caso de que ese fuera nuestro fin, ya lo habríamos encontrado.


Sin embargo, es curioso como nuestra propia naturaleza no nos provee con la capacidad de disfrutar constantemente como si de apretar una tecla se tratara. Nos lo impide, como haciendo que nos esforcemos por ello, como nos impide esas pocas cosas como, tener alas y volar por ejemplo, y sin embargo no nos impide construir aparatos que vuelen y nos lleven lejos (algo que parece ansiamos desde nuestros comienzos haciendo del avance tecnológico que facilite nuestra capacidad de confort y descubrimiento y movimiento). Construir aparatos que vuelen y nos lleven lejos. Por un lado, algo que no podemos hacer por nosotros mismos. Curioso. Por otro lado, algo que podemos hacer a través del desarrollo tecnológico; a través del desarrollo del conocimiento y de la capacidad de interpretación en nuestro entorno en beneficio del descubrimiento. (Punto interesante a destripar).

Descubrimos cosas que nos ayudan a, digamos, 'estar mejor' (algo que hay que definir Alberto).
Pero también a través de esos descubrimientos, desarrollamos esas cosas que descubrimos, para estar ¿más mejor? ¿Con qué fin? ¿Existe un fin? Exista o no, consistimos pues en estar mejor y mejor y mejor? ¿A qué precio?... Porque si el fin último fuera el estatus social en sí mismo (o lo que hoy entendemos de él) o el beneficio económico en sí mismo (por el placer que el beneficio económico pueda suponer); es decir, confort, lujos, supuestos placeres..., el lujo por lo material, el confort, lo ambiguo y descabellado y absurdo del placer por placer podría llegar a justificar las desigualdades de algunas personas con respecto a otras desde puntos completamente infrahumanos.

Pero ese último 'punto interesante' también me sugiere un otro sentido.

Observamos que últimamente más que nunca antes, son muchos los comentarios de personas conocedoras del tema del tipo: 'el dinero no da la felicidad', 'más dinero más problemas...', o incluso oímos de casos de personas cuyo poder adquisitivo las ha llevado la absoluta desesperación...

¿Entonces qué pasa? ¿Porqué para algunos el lujo tumultuoso supone felicidad y para otros no? ¿Qué los diferencia? ¡Los que lo saben qué hablen!

Pues se trata este de un tema largo...

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La naturaleza.

En mi opinión quizá exista algo que pueda poner un poco de luz al respecto. En mi opinión.

Observemos las circunstancias de la historia desde un otro punto de partida o de vista. Esto es:

La búsqueda del confort y del desarrollo constante a través del descubrimiento de la capacidad de conocimiento intelectual. Y no al revés (lo que vendría siendo: la búsqueda del confort y el descubrimiento constante a través del desarrollo del conocimiento intelectual).

Así a simple vista ambos parecen iguales, sin embargo surge una sutil diferencia a mi entender...

El caso segundo, parece indicar que es el desarrollo del conocimiento intelectual lo que genera el descubrimiento, con lo cual, en éste último caso, el descubrir (o no) algo vendría determinado por nuestra capacidad intelectual... cosa que no parece en apariencia posible teniendo en cuenta que, aparentemente, nos hemos ido desarrollando a lo largo del tiempo sin saber tanto como podamos saber ahora. Pero, sin embargo, se da el caso de que el desarrollo intelectual parece haber ido a lo largo del tiempo detrás del descubrimiento (como anuncia el primer caso), y no al revés. Es decir, no ha sido nuestro razonamiento el que nos ha llevado a descubrir algo, sino el descubrimiento de ese algo (la acción de esa circunstancia en sí misma) la que ha abierto las puertas y nos ha llevado al análisis de la misma situación y al consiguiente desarrollo hacia esa supuesta búsqueda del confort. Si fuera al contrario, significaría nacer siendo completos superdotados que sabrían más que aquello que les precediera o continuara... Me explico.

En el primer caso, es la búsqueda del conocimiento la que pone en nosotros la capacidad de discernir el beneficio (o no) del descubrimiento. El descubrimiento y la capacidad de conocimiento intelectual parecen ir de la mano entonces para obtener un resultado. El segundo no se da. Y sin embargo se da, pero alejado de esta primera teoría es decir, fuera de ella.

No se da el razonamiento -a priori- del descubrimiento y si se da, se aleja de aquello que se da en nosotros mismos y sin que aparentemente mediemos en ello (como lo hacen, o se dan en nosotros las impresiones recibidas por ejemplo de la naturaleza, diferentes situaciones no generadas por nosotros, pero que sin embargo reconocemos en nosotros). ES decir, la razonamos para interiorizarlo y no al revés. Como en el primer caso. (...).

Las consecuencias de ésto pueden ser varias.

Entonces, un ansia casi inconsciente por descubrir ciertas cosas parece mover nuestros pasos. Parece ser el motor de nuestro desarrollo del conocimiento. ¿En qué lugar queda el placer? No se... el placer tal vez solo sea la guinda que amenice el proceso... O el motor que nos haga asimilar el camino de nuestras circunstancias. NO se, conjeturas.

Así pues, sabiendo que el lujo no da la felicidad (pero según algunos otros ayuda - factor por ello a definir-), en este sentido, la búsqueda del lujo material como 'summun' único de nuestra existencia, personalmente me parece algo ambiguo o arcaico, ya que supone límites, y el desarrollo del conocimiento intelectual no parece adivinarlos ni de lejos.

Esto es algo que habremos de seguir desarrollando. Lo del suponer límites.


Un abrazo amigo.

I.

7 de mayo de 2010

miércoles, 3 de marzo de 2010

El Lujo.

Si buscamos la definición de esta plabra en el diccionario encontramos varias definiciones de las cuales, algunas bien representan lo que en este caso me interesa escribir.


Lujo:

1. m. Riqueza, suntuosidad: vive en el lujo.

2. Abundancia de cosas no necesarias: me lo explicó con todo lujo de detalles.

3. Todo aquello que supera los medios normales de alguien para conseguirlo: es un lujo para mí.

4. Cosa muy buena o extraordinaria: recibir a un invitado tan excepcional es un lujo para nosotros.


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Me centraré sobretodo en la 1ª y la 3ª ya que, soy consciente de que el mundo de las definiciones parece haberse convertido para mi en algo, aunque sea minimamente, subjetivo.

Dicho esto, es curioso observar que much@s de nosotr@s, si no tod@s, en un momento dado hemos tenido la oportunidad de rodearnos de cualquier cosa que bien podría ser considerada un lujo en un momento dado (tenga esta un valor económico o no), si tenemos en cuenta las cuatro anteriores deficiones, y sin embargo, pareciera que los lujos más valorados y/o reconocidos en terminos, digamos, sociales como aquellos que, siendo el interés de la sociedad en ellos directamente proporcional a su precio, se convierten en inaccesibles para la gran mayoría, siendo subceptible a convertirse en esta deficinición, casi cualquier cosa que podamos imaginar.

Una vez más, así, cosas que antes no tendrían porqué tener un valor económico o que, bien podrían ser adquiridas de forma gratuita, se convierten en inaccesibles y reservados a unos pocos, es decir, en lujos.

Entonces, ¿qué es lo que convierte a los lujos en lujos? Es decir, cuál es su sentido más extricto y en qué nos basamos para considerarlos más o menos interesantes.

Antes de nada, dejaré claro que mi definición de interesante es aquello que por ser considerado provechoso (es decir, de beneficio o utilidad) se convierte en objeto de atención. También he de dejar claro que cuando digo beneficio no se trata unicamente de un interés personal en beneficiarme a mi misma sino al ser humano en su conjunto ya que yo sola en el mundo probablemente no pinte nada.

Entonces, dicho esto. Veamos.

Encontramos aquí una diferencia abismal entre un tipo de lujos y otros si, pero una conclusión en su definición común, y parece esta tratarse de un factor económico.

Hemos dicho que los lujos económicos, en su significado según lo acabamos de definir más arriba, poco llegan a diferenciarse en conclusión de los lujos que por su inaccesibilidad se han convertido en vitales. Como por ejemplo, el agua en determinados países de el mundo.


Sin embargo el agua es un tipo de lujo absolutamente necesario para nuestra supervivencia. Ni que decir tiene. No siendo así por ejemplo, un televisor de plasma de 62 pulgadas que nos permita ver a Ana Rosa Quintana en tres dimensiones. Eso es algo que puede ser muy tentandor pero que en los países donde el agua no es accesible por carencias en la infraestructura por ejemplo, puede seguir siendo sorprendente pero no así necesario o productivo (siempre y cuando no vaya acompañado de otro tipo de ventajas, como por ejemplo una televisión de calidad y accesible).


Entonces, parece estár claro que estas necesidades convertidas en lujos, dependerán por un lado, de la situación en la que nos encontremos o del país en que vivamos.

En los países conocidos como desarrollados, el agua no es un lujo, al menos por el momento. La calefacción... bueno, la calefacción últimamente más o menos. El alimento... bueno, el caro si (las marcas blancas siguen siendo accesibles, a veces), etc... En los países conocidos como desarrollados exiten, además, otro tipo de cosas consideradas como lujos. Normalmente se trata de objetos cuyo valor económico se escapa del poder adquisitivo de la mayoría de las personas de aquellos países y, el interés de las personas en ellos es, digamos, más bien lucrativo y/o recreativo.


Lucrativo, porque aquellos cuya capacidad económica excede sobremanera los niveles considerados primarios-necesarios, saben que por lucrativo se entiende aquello que produce una ganancia económica de manera colateral o, un provecho económico añadido. El agua, te la bebes y se acaba su provecho. La calefacción te calienta y una vez que tienes calor, se acaba su provecho, y aunque sigue estando ahí la necesidad, su valor no es, digamos, re-vendible ya que se evapora. Pero algo lucrativo es algo cuyo provecho se extiende más allá de una necesidad concreta en un momento determinado, perdurable en el tiempo. Pero, si ha esto le añadimos un valor económico elevado, nos hayamos ante la circunstancia de haber convertido un objeto que dura en el tiempo, en algo económicamente lucrativo, es decir, económicamente rentable.



Por ejemplo: imaginemos un yate, impresionante, con su piscina interior, sus interirores de cuero, marfil y remates de oro blanco, su minibar de lujo, sus habitaciones de escándalo, etc, etc, etc... Tentador ¿eh? Seguro que si. Pues bien, para algunas de las personas de alto poder adquisitivo realmente, el máximo exponente del valor de este adorado objeto se haya en el hecho de que una vez adquirido, su gran valor económico se sigue manteniendo. Si no fuera así, su valor sería únicamente recreativo y gastarse cantidares de dinero excesivas en ello sería algo a considerar con detenimiento. Mas bien una opción más correcta en este caso sería su alquiler expontaneo.


Sin embargo, muchas personas (ya tengan poder adquisitivo o no) no son conscientes del sentido primario de la necesidad de existencia de este tipo de objetos, y en lugar de verlos además como valores económicos perdurables en el tiempo, se limitan ha convertirlos únicamente en valores de interés recreativo. Lo cual me permitiré el lujo de considerar una absoluta pérdida de tiempo cuando de ello se hace un estilo de vida, siempre que haya otras necesidades que cubrir, ya sean intelectuales, personales, emocionales, físicas, sociales...

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Según esto pareciera entonces que en la sociedad conocida como desarrollada, el sentido más estricto de la apreciación del lujo es económicamente lucrativo y/o recreativo. Gastar dinero de forma lucrativa parece la opción más interesante. La forma recreativa también, en el tipo de sociedad en que vivimos pero, sin embargo no parece la más rentable para el que lo gasta, ni la más productiva.

Pero también parecen existir dos tipos de lujos bien diferenciados segun la sociedad en que nos encontremos, entiéndase bulgarmente como 'desarrollada' y 'no desarrollada'. Por un lado estan, los lujos económicos (no de vital importancia y dificilmente accesibles por la existencia de un deficit económico) y por otro los lujos adquisitivos (de vital importancia y difilmente accesibles, sobretodo por una carencia infraestructural considerable).

Así, de forma lucrativa, muchos de los segundos se están conviertiendo en lujos económicos: la vivienda, la calefacción, el transporte, el alimento, e incluso el agua, están alcanzando precios que para muchos empiezan a ser inaccesibles, en los países desarrollados. ¿Cuál es la conclusión?

Otra diferencia estre los segundos y los primeros es que, uno no se considera afortunado por tener la posibilidad de adquirir una vivienda a un precio desorbitado cuando realmente no tiene la capacidad económica de adquirirla si no es con ayuda de un financiador externo al que deberá dinero casi de por vida. Tampoco se siente afortunado por tener acceso a un carro de la compra que se ha convertido en un problema económico más que una solución por su desorbitado precio... Tampoco lo hace al pagar las facturas por servicios que a estas alturas bien podrían ser considerados primarios, bien por nuestra supuesta capacidad real de desarrollo, o bien porque llevan con nosotros siglos y a través del tiempo se podrían haber encontrado soluciones para que su adquisición dejara de convertirse en un problema: luz, agua, teléfono... Cualquiera hoy en día puede conseguir agua gratis. O luz. Ya sabemos cómo.

Observamos entonces, que este tipo de trabas económicas empiezan a suponer verdaderos problemas de desarrollo hacia delante en la sociedad. Y llendo más allá, en el desarrollo de la capacidad de desarrollo del ser humano.

Perdemos más tiempo intentando ver como sacar más dinero de la factura de la luz o de como pagarla, que si nos apartásemos del problema para preocuparnos de otras cosas que nos permitieran avanzar intelectualmente y como socidedad.

Este tipo de conclusiones me lleva a pensar en qué tipo de prioridades son las que anteponemos a las verdaderas y auténticas necesidades de nuestra existencia. Tanto como el agua podría ser cualquier otra cosa que, al no ser tenida en cuenta como privilegio económico, no se aprecia su valor.


Al parecer en vez de ir hacia delante optamos por lo más rentable que es ir hacia atrás como los cangrejos.

lunes, 22 de febrero de 2010

Respuesta a Alberto sobre su comentario al texto: Somos jóvenes, amor

Amigo mío.


Ante todo y una vez más, muchísimas gracias por tu respuesta. Consigues hacer que todas las dudas que una y otra vez se empeñan en presionarme a la hora de escribir, casi se disipen, movidas por la ilusión de empezar una nueva andadura hacia el 'conocimiento'.


Efectivamente, la juventud es una etapa dificil.


En esta etapa de la vida en la que todo el mundo parece saber de todo y en la que a los jóvenes a menudo se les dice no saben de nada, ser joven es una tarea muy dificil. Sobretodo si tienes fuerzas para todo pero, no encuentras el camino para canalizarlas.


Muchos encuentran muchas salidas diferentes a determinadas presiones. Muchas de esas salidas las mencionaba en la entrada anterior, muchas otras no.


Algunos hay que encuentran el que, en un momento determinado, consideraron ser el camino adecuado para seguir durante el curso de su vida y con suerte, al cabo del tiempo no se arrepintieron de haberlo tomado.


Otros prefieren, como bien dices, esperar y no tomar una determinada decisión. Tal vez no se decidan, tal vez no la hayan encontrado, tal vez de entre tantas opciones no sepan cual elegir.


En este sentido, es dificil decidir qué camino tomar. Saber cual es el correcto para con seguridad llevarlo a cabo parece convertirse en algo fundamental. Y en una sociedad en la que constanmente somos dichos que es aquello que está bien y/o está mal y lo asimilamos como si de una forma de vida se tratara, decidir se convierte en una auténtica odisea.


¿Qué es lo correcto? o ¿qué nos lleva hacia ello?


Muchos dicen que no existe un camino correcto, solo aquello que te encuentres en el camino que decidas elegir. Otros, que la respuesta se encuentra al final del camino... otros dicen que no hay camino...


¿quién tiene la razón?


Supongo yo, que la razón está dentro de todos y cada uno de nosotros. Solo nosotros sabemos realmente cuando hemos hecho algo bien y/o mal. Solo nosotros ponemos las reglas de nuestra vida. No vienen determinadas y definidas excepto por algo ajeno y a la vez implícito en nosotros. La naturaleza.


Solo nosotros tenemos la llave a esa puerta que al abrirla nos deja reconocer algo parecido a una verdad autentica de entre todas las dichas.


No sabemos. Solo cuándo estamos seguros.


Y en este sentido supongo que estar seguro de algo, bien podría ser parecido a lo que parece ser estar enamorado. No importa cual mal 'parezca' que pueda ser la relación, en el fondo sientes que es lo correcto.


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Comentas en tu texto que muchas veces la libertad asusta. Y lo intento asimilar... intento entender qué es para ti la libertad.


La libertad, para mi, es sentirse capaz de hacer cualquier cosa, sin agobios, sin presiones. Ante esto, entiendo pues que puedas relacionar el miedo a la libertad con el miedo a salirse de aquello que siendo ajeno a ti, es considerado lo correcto. Miedo a parecer diferente, y además equivocarse.


Tal vez ahí se esconda lo que podría ser un problema. El plantearnos aquello que quien no somos nosotros dice que es lo correcto, antes que aquello que nosotros mismos sentimos que queremos hacer.


La motivación, las ganas, las ilusiones muchas veces se pierden, viéndose envueltas en circunstancias que tal vez no se ajusten a lo que estas reclaman y puede que de pronto encuentren sea como sea, cabida. La forma de salir y finalmente, expresarse.


Pero sinceramente, Alberto, a veces me pregunto si todos tenemos motivaciones. Suele pasarme cuando estoy baja en positividad.


Me lo pregunto. Y si es así, como encontrar el momento en que dejamos de soñar para afrontarlo.


Tal vez empezamos a dejar de soñar desde el momento en que dejamos de querer hacerlo.


Entonces, cuando dejas de querer soñar y de abrazar tus sueños, ¿qué opciones te quedan?




Gracias por las recientes palabras de Martin Scorsese.


Me conoces bien.


Un abrazo.




I.

lunes, 8 de febrero de 2010

Somos jóvenes, amor.

Juventud. Divino tesoro.

Cuando eres joven tu entorno te recuerda una y otra vez lo dichoso que eres al tener toda la vida por delante para hacer cosas. ¡Cuál la dicha! Ya que a partir de entonces, lo más importante se vuelve saber qué es aquello que vas a hacer ‘de’ tu vida para que el resto considere que lo que en ella sucede sea tan alentador como, en ocasiones, aquellas dichosas palabras. Entonces, toda la vida por delante si… pero para hacer qué.

Muchos de nosotros vivimos supeditando nuestras necesidades personales a lo que el entorno considera conveniente intentando así alcanzar los mejores resultados en nuestra vida, y sin embargo, para muchos, simplemente, aquello que se supone que es, llegado el momento no se adapta a sus verdaderos intereses. A veces, sin tan siquiera ser conscientes de qué queremos realmente o quienes somos, obviamos nuestros intereses personales para dejar que los ajenos jueguen la partida por nosotros y desde ahí, en un ávido intento por encontrar el camino adecuado (o por alejarnos del pactado) y sumergidos en la ansiedad de la frustración, la incertidumbre y los problemas personales, terminamos ahogándonos en el interminable mundo de las evasiones sociales.

Canutos, cocaína, alcohol… Estos parecen ser nuestros evasivos preferidos, pero otros como el tabaco, el sexo, la obsesión por el aspecto físico o el deporte, etc. comienzan a ganarlos terreno a pasos agigantados. Cuántas personas han tenido la suerte de pasar por nuestras sábanas (o las de otr@) o cuántos kilos hemos conseguido perder (o ganar en masa muscular) esta semana, parecen ser algunos de los grandes retos a superar hoy en día. No así cuantos cigarrillos nos fumamos o cuantas rallas nos metemos, ya que en este sentido, la cantidad de estos será directamente proporcional a las veces que conseguimos deshacernos del estrés o la cantidad de veces que logramos (supuestamente) disfrutar del momento al máximo.

Y entre tanta variedad de disciplinas, una cosa está clara: todas ellas intentan resarcirnos de cierta circunstancia personal, o responsabilidad, pero… ¿cuál?

Cierto es que, muchos de nosotros guardamos celosos traumas -o circunstancias personales determinadas que no hemos sabido superar- que nos acompañan hasta que un día se les antoja resurgir para ser enfrentados. Pueden presentarse de muchas maneras u ocultarse tras diferentes máscaras, pero todos nos llevan a la misma conclusión: para superarse han de ser enfrentadas.

Dicen que el secreto del éxito se basa en la superación. Entonces, tal vez la información contenida en esa caja negra de lo desconocido, sea la necesaria para descubrir qué es lo que nos atrapa en el camino; el tesoro que muchos ansiamos encontrar y desmenuzarla, la puerta que nos abra el camino a la redención. Tal vez para algun@s el tesoro de nuestra juventud, el mayor desafío que debamos afrontar, se base simplemente en el encuentro con nosotros mismos.

Por I. Morgades.

lunes, 4 de enero de 2010

Justicia Divina


Hoy, 4 de enero de 2010, principios de este nuevo año, he descubierto dos cosas que bien podrán definir el sentido de mi existencia al hacer que me plantee una vez más el sentido de todo lo que me rodea.

Hoy me enterado del fallecimiento de mi tía Olga.

Me estoy acostumbrando a la muerte ya que hace menos de dos meses también falleció mi abuelo Manolo.

Creo que hasta entonces. Para mí la muerte era algo que solo existía una vez habías muerto. Ahora es algo que está aquí, ahora.

Morir, puede ser para bien o para mal. En algunos algunos casos puede ser un alivio. Pero, cuando uno muere sin haber disfrutado de la vida, o sin haber encontrado algo al final del camino que haga decir: "esto lo hice bien" o "me alegro de la vida que he llevado hasta el fin"... entonces ¿qué sentido habrá tenido vivir?

¿Qué sentido tiene la vida cuando lo único que hace que tenga sentido es la muerte?

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Afortunada o desafortunadamente nunca antes había tenido demasiados encontronazos con la muerte. A pesar de que presencié la desgracia de mi madre por la pérdida repentina de mi tío Claudio yo era muy pequeña aún para apreciar el mal estar de la situación de forma contundente.

Mi abuela Juana, también falleció, pero de esto hace años ya. Acaba de venir de Guinea Ecuatorial y aunque su muerte fue dolorosa también fue, de alguna manera, previsible almenos para mi. Tuve la oportunidad de abrazarla una vez que había fallecido. No pudo hacerlo en su pueblo con dignidad, ya que tuvo que venir a España a que la curaran.

En cualquier caso, ninguno de estos dos fallecimientos fui consciente en el sentido de que me hicieran plantearme o pensar sobre la muerte.

No puedo decir lo mismo el día de hoy, ya crecida.

El 31 de diciembre de 2009 falleció mi tía Olga. Hasta donde yo se, no tuvo una vida fácil.

Por circunstancias, no tuve la oportunidad de conocerla mucho tampoco, pero eso no ha impedido que pensar en la pérdida de un familiar cercano pueda convertirse en algo desolador, en el sentido de que cuando miras a tu alrededor y no ves caras conocidas o cercanas dispuestas a tenderte una mano en tu ayuda sabes que los únicos que lo harán serán tus familiares, te conozcan o no.

Hoy estoy profundamente dolida. Sin embargo, este hecho no es el único que me ha traído hasta aquí ahora.

Una historia más, la de este hombre:


Esta es la historia de un hombre de 80 años. A punto de morir, se encuentra tirado en la calle en contra de su voluntad.

Se que hay mucha gente en esta situación en el mundo, pero hay algo en él que me resulta tan familiar. Tan cercano que no puedo evitar que me duela tanto como si de mi misma se tratara; y es que se trata de un hombre que no le importa a nadie pero que mucho menos le importa al gobierno. A cualquier gobierno.

NO puedo creer ya.

Me duele en el alma pensar que parece ser que, así es como en este mundo maldito, se concibe la dignidad de una persona. Echándola sin escrúpulos de su casa y mirando hacia otro lado.

Después de haber dedicado su vida y existencia, pueden llegar un montón de desconocidos llamados AUTORIDAD para echarle a patadas de su casa para dejarle en la calle, sin excusas sin soluciones. Porqué es posible.

Tal vez mañana la empresa de turno que llegue a plantar allí su semilla del mal nos de la respuesta.

¿A nadie más le parece esto desolador? Yo ya no sé donde buscar las respuestas ni que pensar...

Qué pensará este hombre de la vida antes de morir.

Qué pensarán los que le echaron de su casa antes de morir.

Qué pensarán las empresarios que donde estaba su casa plantaron allí sus empresas, antes de morir.

La muerte, nos llega a todos. Espero que allí encontremos las respuestas.

Mientras tanto y mientras viva.


I.