lunes, 8 de febrero de 2010

Somos jóvenes, amor.

Juventud. Divino tesoro.

Cuando eres joven tu entorno te recuerda una y otra vez lo dichoso que eres al tener toda la vida por delante para hacer cosas. ¡Cuál la dicha! Ya que a partir de entonces, lo más importante se vuelve saber qué es aquello que vas a hacer ‘de’ tu vida para que el resto considere que lo que en ella sucede sea tan alentador como, en ocasiones, aquellas dichosas palabras. Entonces, toda la vida por delante si… pero para hacer qué.

Muchos de nosotros vivimos supeditando nuestras necesidades personales a lo que el entorno considera conveniente intentando así alcanzar los mejores resultados en nuestra vida, y sin embargo, para muchos, simplemente, aquello que se supone que es, llegado el momento no se adapta a sus verdaderos intereses. A veces, sin tan siquiera ser conscientes de qué queremos realmente o quienes somos, obviamos nuestros intereses personales para dejar que los ajenos jueguen la partida por nosotros y desde ahí, en un ávido intento por encontrar el camino adecuado (o por alejarnos del pactado) y sumergidos en la ansiedad de la frustración, la incertidumbre y los problemas personales, terminamos ahogándonos en el interminable mundo de las evasiones sociales.

Canutos, cocaína, alcohol… Estos parecen ser nuestros evasivos preferidos, pero otros como el tabaco, el sexo, la obsesión por el aspecto físico o el deporte, etc. comienzan a ganarlos terreno a pasos agigantados. Cuántas personas han tenido la suerte de pasar por nuestras sábanas (o las de otr@) o cuántos kilos hemos conseguido perder (o ganar en masa muscular) esta semana, parecen ser algunos de los grandes retos a superar hoy en día. No así cuantos cigarrillos nos fumamos o cuantas rallas nos metemos, ya que en este sentido, la cantidad de estos será directamente proporcional a las veces que conseguimos deshacernos del estrés o la cantidad de veces que logramos (supuestamente) disfrutar del momento al máximo.

Y entre tanta variedad de disciplinas, una cosa está clara: todas ellas intentan resarcirnos de cierta circunstancia personal, o responsabilidad, pero… ¿cuál?

Cierto es que, muchos de nosotros guardamos celosos traumas -o circunstancias personales determinadas que no hemos sabido superar- que nos acompañan hasta que un día se les antoja resurgir para ser enfrentados. Pueden presentarse de muchas maneras u ocultarse tras diferentes máscaras, pero todos nos llevan a la misma conclusión: para superarse han de ser enfrentadas.

Dicen que el secreto del éxito se basa en la superación. Entonces, tal vez la información contenida en esa caja negra de lo desconocido, sea la necesaria para descubrir qué es lo que nos atrapa en el camino; el tesoro que muchos ansiamos encontrar y desmenuzarla, la puerta que nos abra el camino a la redención. Tal vez para algun@s el tesoro de nuestra juventud, el mayor desafío que debamos afrontar, se base simplemente en el encuentro con nosotros mismos.

Por I. Morgades.