martes, 25 de agosto de 2009

Cuando el aire era aire y el agua, agua

Ahora que vivimos en la incertidumbre de saber si el mañana más cercano nos depará un futuro en la tierra en el que los seres vivos tal y como nos conocemos hasta ahora podamos sobrevivir, miro hacia atrás en un intento de dar un sentido lógico a lo que ha sido la trayectoria que el ser humano ha seguido desde el momento en que comenzó a formar parte activa de su entorno y hasta nuestros días.

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Es interesante el hecho de que el ser humano pasara de tener hijos sin nisiquiera planteárselo, ha pensar que tal vez si los tiene ahora, les esté condenando a vivir en un mundo prácticamente inhabitable o en un planeta sin los suficientes recursos básicos para su propia supervivencia, donde la situación termológica sea tal, que el ser humano deje de ser parte necesaria sobre la faz de la tierra.

Pasamos de vivir sin plantearnos el sentido de nuestra existencia a planteárnoslo constántemente y a diario. No contentos con eso, no solo nos preguntamos sobre nosotros como individuos sino sobre todo nuestro conjunto. Entonces pues, después de tantos siglos y siglos de intentar comprender el sentido de nuestra existencia en general ¿sabemos aún porqué o para qué estamos aquí?

Yo personalmente creo no tener mucha idea, así que si por favor alguien lo sabe o a leído alguna teoría sobre el tema por favor, que no dude en postear una respuesta.

Y así como los árboles contribuyen a la creación de oxígeno, las abejas a la polinización, seguido ésto de un largo etcétera con todos los seres que viven en la faz de la tierra, cuando se trata del sentido estricto de la necesidad de existencia del ser humano individual o globalmente pues, me surgen dudas existenciales.

Como conjunto, en muchas ocasiones, dejamos bastante que desear, pero ¿qué tal individualmente?

Lo lógico sería intentar hacer lo posible por sentirse bien con uno mismo cada día, pero aún hoy, parece que globalmente (aunque no a la gran mayoría, afortunadamente) nos sigue resultando dificil vivir en comunidad con personas de diferente ideología y nos cuesta respetarnos los únos a los otros en éste sentido. El egoísmo y el sentimiento de superioridad respecto de unos a otros prima, casi mayormente, sobre la tolerancia y el interés por el conocimiento incluso en las más altas esferas.

Para mí ahora mismo pareciera que nuestra existencia hubiese tenido más sentido cuando no sabíamos nada (allá por el principio de nuestros tiempos) que ahora que se supone que sabemos tantas cosas.

Por aquel entonces la presencia del ser humano en el planeta no era perjudicial. Era un ser más, que convivía en armonía con el resto de los seres vivos que lo componían. Iba adquiriendo poco a poco conocimiento tal, que hoy en día parece resultar más provechoso que muchas de las genialidades tecnológicas que se construyen y que tanto nos sorprenden. Y todo eso con un cuarto o menos del conocimiento que hoy en día poseemos.

Parece una señal clara de que antaño, antaño con menos conocimientos eran capaces de obtener mejores resultados a la hora de beneficiar su propia existencia. ¿En qué momento la cosa empezó a ir en detrimento?

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Es sabido que las antiguas civilizaciones o al menos a muchas de las que por supuesto nos preceden, son consideradas de una inteligencia sublime y cuyas investigaciones y creaciones son dignas de estudio por muchos científicos que todavía hoy no consiguen entender como llegaron a saber tanto, sabiendo tan poco.

Si entonces las investigaciones iban por delante de los acontecimientos ahora mayormente sucede al revés. Algunos incluso se atreven a afirmar que ya todo está inventado. Como si ya lo supieramos todo y no tuvieramos nada más que saber...

Y tal vez ahí es cuando empieza todo. Cuando aquellos que consideran que ya lo saben todo en la vida empiezan a adquirir mayor responsabilidad social.

Supongo que cuando uno llega a ese momento en el que cree saberlo todo lo único que le queda por hacer (ya que ya no necesita y por tanto ha dejado de observar y aprender) es reinventar lo que ya estaba inventado y darle una connotación diferente, eso sí, desde ese nuevo punto de vista en el que hasta las consecuencias de los actos son sabidas y parecen no importar demasiado.

Y así pasaríamos de crear armas que valieran para la caza y nuestra supervivencia a crear armas para matarnos los unos a los otros. De crear remedios que nos sirvieran para calmar nuestras dolencias y malestares a crear remedios que nos crearan una nueva enfermedad llamada drogodependencia o drogadicción. De usar la violencia física para defendernos de los ataques externos en momentos críticos a usarla como medio para someter a nuestro entorno... De cabrearnos de forma agresiva para expresar nuestra negativa y así ser escuchados a usar una premeditada violencia verbal para minar la autoestima del supuesto contrario... etc., etc..

Esto significa que el modo que tenemos de entender nuestra existencia afecta directamente al modo de relacionarnos con nuestro entorno. Si yo pienso que el entorno es una mierda, entonces trataré al entorno como a una mierda enorme, y si somos 6 billones de personas en el planeta pues no es de extrañar que el "global warming" esté iendo muchísimo más rápido de lo que esperaban hace 40 años.

Antaño, nuestros antepasados no tenían tiempo de plantearse si estaban o no a la altura de ciertas circunstancias o si sus vidas eran o no una mierda. Por consiguiente no lo eran. Que ahora nosotros, aquí en el "mundo desarrollado", creamos que nuestro estilo de vida es el mejor que hallamos podido imaginar y que todo lo que esté por debajo no esté a la altura, no significa que la vida de los de entonces para ellos no lo estuviera...

Las culturas ancestrales respetaban la naturaleza. Usaban su cerebro y las consecuencias nunca fueron negativas para ésta. Respetaban a los animales y solo los cazaban por superviviencia no para colgarlos de sus paredes y disecarlos como trofeos.

Observaban las estrellas para saber como funcionaba el universo y por consiguiente ellos mismos no para intentar encontrar un beneficio dirécto o para saber si encontrarían algún día en ellas algo que les pudiera beneficiar de alguna manera.

Pero sin embargo hubo un momento en el tiempo en el que todo cambió y lo negativo y contraproducente empezaba a tener más fuerza. Los valores como el amor por uno mismo y por los demás, el respeto al entorno, el crecimiento personal, el desarrollo cultural, la necesidad de conocimiento positivo que alimentara al cerebro se alejaba de los intereses primarios. Así hasta nuestros días.

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Incluso ahora que todos y cada uno de los miembros de la llamada humanidad, somos conscientes de que el camino que seguimos no es el correcto, ahora que hemos visto los resultados y estamos presenciando las catastróficas consecuencias que tal vez no sean ni un pequeño atisbo de lo que el futuro nos prepara, incluso ahora, hay miembros de las más altas capas sociales, personas que tienen el control sobre la vida de tantos y tantos miles de millones de personas que no parecen tener el más mínimo interés por salvaguardar los intereses del ser humano en la tierra y del resto de los seres vivos que desde antes que éste conviven en ella. Pero no sólo ellos, sino tambien personas normales y corrientes...

En este sentido, el ser humano en su conjunto se comporta de forma bastante parecida a un ser humano en su singularidad. A una sola persona.

La mayoría de nosotros no es consciente de los problemas que puede generar una situación hasta que empiezan a ocurrir y a afectarnos de forma directa. No apreciamos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Pero lo que hoy en día está en juego no es algo que tarde o temprano podamos volver a recuperar...

No se trata de un novio o novia que perdimos por la falta de atención aunque al final y con el tiempo nos demos cuenta de que en realidad no le queríamos... O de una situación que podríamos haber evitado pero que por las circunstancias olvidaremos con facilidad, e incluso tendremos la oportunidad de volver a vivir. La tierra que nos sostiene es la que está en juego.

A cuántos les importa realmente.

Afortunadamente, hace décadas ya que se viene investigando sobre el tema del cambio climático y sin embargo, es ahora que las personas de a pie están siendo alarmadas de forma constante y desde todas las esferas, cuando parece que realmente estamos empezando a concienciarnos de forma masiva. Ahora que parece que la cosa está más avanzada que nunca antes y que somos capaces de verle las orejas del lobo.

Y aún sin ser realmente conscientes de si es demasiado tarde para evitar un cambio tan drástico que sea capaz de modificar nuestros estilos de vida de tal forma que nunca más vuelvan a ser tal y como los conocíamos, comenzamos a reaccionar.

Reciclamos mucho más que antes. Ahorramos mucha más agua, y muchos de nosotros intentamos respetar nuestro entorno todo lo posible. Ahorramos energía apagando aparatos eléctricos que no utlizamos, buscamos coches que contaminen lo menos posible, procuramos utilizar productos biológicos que respeten el medio ambiente, e incluso alimentos. Y es el miedo a perder lo que tenemos lo que nos mueve. Ser conscientes de que lo que está ocurriendo está ocurriendo de verdad y nos afecta, está llevando a un moviento en la conciencia del ser humano.

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Recuerdo cuando iba al colegio y nos hablaban del efecto invernadero. Nos hablaban de aquello que lo provocaba y de cómo sucedía en la atmósfera: "El efecto invernadero viene provocado porque el CO2 se acumula en las capas inferiores de la atmósfera impidiendo que los rayos del sol salgan al exterior y provocando un calentamiento del planeta". Pero nadie nos hablaba en profundidad de las consecuencias brutales de ésto, ni sobretodo de los orígenes, a persar de que había estudios e investigaciones profundas que desde hacía años advertían del tema y nos explicaban los principales exponentes de la situación. Pero sobretodo nos exponían el problema dejándonos ese sentimiento de frustración 'tal', debido a que nos decían como era posible que eso ocurriera claro, pero es que, daba la casualidad que el motivo era el único estilo de vida que conocíamos, vivíamos y que se nos exponía. Así pues, según te lo decían, te entraba por un oído y te salía por el otro. O bien para evitar la frustración lo mejor que podrías hacer para olvidarlo era eso, olvidarlo.

Entonces, duele ver cuántas veces nos habrán contado las verdades a medias (que digo a medias, ni siquiera un cuarto de las verdades) que nos han enseñado a no creer necesario indagar en la profundidad de las cosas, como si lo que hubiera detrás de ellas no fuese importante. A ver que existen otros estilos de vida compatibles con nuestra presencia en la tierra. Y cuantos ciegos habrán incurrido en la consecución de las necesidades del verdugo, unas veces con indiferencia o pasividad... otras veces por dinero.

¿Qué sentido tiene todo ésto?

E incluso ahora, muchas personas que escuchan hablar del cambio climático prefieren negarlo, cambian de canal, lo rechazan y lo niegan, con tal de no enfrentarse al miedo que les provoca pensar que por la culpa de la insensatez del hombre, el mundo puede llegar a donde está llegando. Ellos y ellas ya tienen bastante con sus vidas truncadas, con los pagos de sus coches y su ropa, y de sus casas, algunos con sus fines de semana en lujosos hoteles donde encuentren el trato respetuoso afuera y que no pueden encontrar dentro de sí. Otros con llevar a sus niños al colegio para que les enseñen lo que alguien (que no se sabe quien es) considere necesario que se les deba enseñar.

Así es el egoísmo. Y cuando uno es egoísta tiene miedo. Y el miedo es algo que necesariamente ha de superarse. No puede uno mirar hacia otro lado y esperar a que todo pase. Ya no.

Guerras y más guerras por intereses económicos. Intereses económicos que significan dinero y más dinero para lujos y ventajas efímeras que nada tienen que ver con las verdaderas necesidades de nuestra existencia. Bosques quemados que se cuentan por millares de ectáreas, sistemas de abastecimiento innecesarios y perjudiciales. Millones de personas obnuviladas, alejadas de la realidad y contribuyendo con su indiferencia y su egoísta pasividad a la decadencia de nuestra existencia. Millones de dolares, euros, yenes, libras, etc., que curiosamente podrían ser conseguidos igualmente de una forma lícita y en absoluto destructiva. O reinvertidos en beneficio del conjunto de la humanidad, ¿o acaso el dinero no lo inventamos nosotros? Porque pareciera que las reglas por las que se rige el mundo que hoy conocemos hubiesen sido selladas de tal manera y fueran tan inamovibles como las reglas que nos obligan a respirar, a parpadear o a beber agua... Sin embargo, no es el caso. Se inventaron por el hombre y como tales, se pueden cambiar. El hombre no tiene ni tendrá nunca, más poder que la fuerza de la naturaleza.

Puede que todas estas incongruencias deriben de la necesidad de entender el sentido de la exitencia del ser humano y del saber hasta qué punto éste es necesario o no para el funcionamiento y la continuidad de la existencia de la tierra (tal y como puedan ser los árboles y su clorofila, las aguas y todos sus elementos que la hacen tan necesaria, etc.) Pareciera que cuanto más sentido pretendemos encontrar peores semillas plantamos. Así unos intentarán llegar a lo más alto cueste lo que cueste, para sentir que pintan algo en ésta vida y otros simplemente se limitaran a obedecer para que alguien les dicte el sentido de las suyas.

Esto vuelve a hacer que me pregunte qué sentido tiene o ha tenido nuestra existencia en éste planeta. Porqué llegamos aquí y que sentido habremos tenido si nosotros mismos nos echamos de una patada.



Por I. Morgades.

2 comentarios:

  1. Una vez que lo he terminado de leer la primera pregunta que me viene a la cabeza es la siguiente: ¿Existe una relación directa entre el sentido de la existencia y el cuidado y conservación de nuestro planeta? La respuesta tajante es sí. Luego me explicaré, aunque de momento trataré de enfocarlo de forma más genérica.

    También pienso que la primera premisa de la que partimos es el deseo de saber. Muchas personas deciden libremente no plantearse determinadas cosas. Y otras deciden poner en marcha toda esa materia gris, solo porque les resulta difícil acomodarse en el sillón y seguir viendo la película sin preguntarse antes poque nos toca ser actores. Somos libres de intentar resolver nuestras "dudas existenciales". Y algunos decidirán seguir en las tinieblas. No es reprochable. Tampoco el hambre por saber nos hace mejores a unos que a los otros. Es simplemente una cuestión de inquietud personal. Y de querer llegar un poco más allá, aunque no sea ni lo más comodo ni lo más fácil. Como diría un buen amigo nuestro: ¿Hasta donde quieres adentrarte en la madriguera del conejo?

    Así que te presento mis respetos por intentar abordar con naturalidad uno de los temas más enigmáticos e inquietantes que ha ocupado nuestra existencia durante todos los tiempos: EL SENTIDO DE LA EXISTENCIA HUMANA. No es nada nuevo, todos sabemos que eres una guerrera. Entramos en terrenos pantanosos, asi que agarrense que vienen curvas...

    Es difícil saber si hay un único sentido de la vida. Yo creo más bien en la idea, ímplícita en todo el texto que has escrito, de que existe un sentido individual y un sentido colectivo. Y creo que ambos están unidos y no pueden separarse ni entenderse el uno sin el otro. La esencia de uno se encuentra definida en la esencia del otro y viceversa. El sentido individual puede estar en nuestra contribución a lo colectivo, de la misma manera que las abejas y los árboles que mencionas... pero ¿Cúal es el sentido del género humano como colectivo? Definitivamente creo que la plenitud del conjunto está en la armonía que puedan encontrar las partes entre sí.

    Somos personas con una ego muy definido, que tendemos a guiarnos deacuerdo a nuestros propios intereses de forma natural. Sin embargo debemos asumir que hay "otros". Y esos otros tienen a su vez sus propios intereses, que en algunas ocasiones pueden chocar o enfrentarse con los nuestros. Es la teoría de que dos líneas separadas tienden a converger en algunos puntos. Y en esos puntos surge un choque o un enfrentamiento. Un caso excepcional es el amor, en algunos casos los intereses y objetivos de dos personas convergen hasta fundirse y convertirse en "uno solo". Pero el amor se rige por otras leyes muy distintas y eso es otra historia que no es la que nos ocupa.

    "Existo yo", como la única cosa inmanente que se presenta clara y distinta para mi, pero "existen otros", en cuya definición parece incluirse la negación de la mía. Es decir la realidad propia e individual que cada uno experimenta presupone la negación de la realidad de los demás. En la forma en la que cada uno interprete esa aparente contradicción está la clave de la existencia humana. Nuestros intereses deben de poder coexistir, debemos ser compatibles alcanzando una especia de sintonía natural.

    Quizá nos hayan puesto a todos en el planeta con la finalidad de resolver esa ecuación. Somos "uno" y a la vez "somos todos"; la gran prueba por la que todos tenemos que pasar será la capacidad de gestionar nuestros intereses particulares y al mismo tiempo vivir en sociedad, en continuo respeto, relación e interacción con los demás.

    La salvación y la sostenibilidad del planeta es una metafora perfecta de esa pugna inherente al ser humano y a su forma de relacionarse socialmente. Será mejor que seamos capaces de amarlo y de cuidarlo como si fueramos "uno solo", el planeta de los que vendrán cuando ya no estemos, también será nuestro planeta.

    Alberto R.

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  2. Amigo Alberto R.,

    encontrarás la respuesta a la que me comprometí como una entrada nueva en este nuevo blog.

    Un saludo,

    I. Morgades.

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