jueves, 27 de diciembre de 2012
¿Estamos preparados para pensar?
¿Qué determina nuestra capacidad de pensamiento?
¿Estamos preparados para pensar de tal manera que esto produzca un resultado positivo tanto individualmente como socialmente?
En este sentido... ¿a dónde nos lleva el razonamiento?
Muchos son los métodos a través de los cuales las personas de éste y otros siglos han ido determinando los actos que han seguido a lo largo de su trayectoria en función de su sistema de razonamiento. Actos que en ocasiones les han llevado a satisfacer sus necesidades básicas, éstas definidas a través de un amplio rango de niveles de satisfacción y muchas han sido las consecuencias. Según la persona, ésta encontrará en una u otra actividad el medio que le ayude a satisfacer, durante o a posteriori, su sensación de carencia o el significado de su lucha. Unas veces errará y otras sin embargo habrá conseguido su objetivo, siendo este más o menos duradero en el tiempo o en mayor o menor nivel de satisfacción.
En esta ocasión, analizaré el razonamiento como método por el cual las personas co-existen unas con otras para intentar llegar a una armonía pacífica, o lógica, de entendimiento para consigo mismos y con respecto al entorno, desde la perpectiva de la capacidad de razonamiento individual y su probabilidad de error en este sentido, partiendo de una necesidad de encontrar una verdad máxima compartida y exenta de conflictos, que será tal por la incapacidad según esto de rebatirla. Estudiando el tema desde su principio más manimalista como es el surgimiento de las ideas en el sentido de la filosofía modernista (empirismo y racionalismo) y enfocándolo desde la perspectiva de la necesidad de satisfacción personal como requisito, en sus diferentes formas y según el individuo, para encaminarse en su máximo exponente a un consenso global también en términos de conocimiento.
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Si tomamos el razonamiento o búsqueda de la verdad como medio para encontrar la meta (o punto de partida) que nos ponga en contacto con la sensación de satisfación de la que dispone la seguridad de conocer la verdad sobre un tema, es decir, la sensación de satisfacción o felicidad conseguidas tras la lucha por encontrar el camino perfecto hacia una verdad de conocimiento irrevocable y ampliamente compartida, habremos de tomar a su consecuencia como el fín ultimo de la realidad del razonamiento: la obtención de una satisfacción a través de la verdad del conocimiento. El conocimiento en sí, y la seguridad que este provoca como cúspide de todo esfuerzo racional.
Así entonces, y de manera minimalista, las personas nos marcamos determinados objetivos a través de los cuales definimos nuestra naturaleza. Objetivos que se cumplen o no en función de lo que seamos capaces de razonar y cómo lo hagamos (tanto trabajando en conjunto o sociedad, como de manera individual), y que a la larga determinarán nuestro nivel de satisfacción con respecto a la vida y a las decisiones que sobre esta hayamos llegado a la conclusión de tomar según nuestro método de razonamiento.
Dichos objetivos nos acercan o nos alejan de determinadas conclusiones o realidades, realidades éstas que a su vez nos acercan o alejan del conocimiento de una verdad que nos pone o no en contacto con la satisfacción de haber conseguido nuestros objetivos*.Aquella verdad que lejos de ser una e inmutable, se convierte en realidad interpretada a través del método de conocimiento de cada individuo y que adquirimos a lo largo de nuestra experiencia.
*Tomemos como objetivo máximo el ejemplo de la "verdad absoluta" tan perseguida: que definiré como aquella situación última o determinante, o principio de algo, que idealizamos y buscamos y encontramos a través de su consiguiente experiencia sensorial como método de verificación de ésta realidad, que nos disponga al hecho de manera indefinida y que se construya a través de una ya consumada lógica de razonamiento que nos lleve (por ese camino o método ordenado de razonamiento a través del cual las cosas encuentran un sentido irrebatible mediante el reconocimiento de las mismas en el individuo a través del reconocimiento de estas ya empíricamente) a una sensación de consecución, satisfacción y felicidad tras esa lucha por encontrar el camino perfecto hacia una verdad de conocimiento irrevocable y ampliamente compartida.
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Entonces, es por la existencia de esta realidad o sensación de verdad (que en ocasiones surge de manera dosificada, por partes o a lo largo de la vida por acumulación de conocimiento), que hemos ido experimentando la conciencia de que sabemos que no queremos vivir para siempre en la equivocación. Preferimos vivir en la verdad, ya sea nuestra verdad o la verdad del conjunto, pero aquella que nos beneficie en el tiempo progresivamente. Es por eso que se buscan respuestas, y si bien es cierto que la equivocación es el obstáculo a través del cual seguimos siendo capaces de encontrar respuesta a nuestras incógnitas, sin embargo, es también algo que continuamente ha de ser superado para encontrar la llamada felicidad.
Sin embargo, también es cierto que podemos llegar a conclusiones mediante nuestro razonamiento que nos hagan entender que existimos en nuestra propia verdad, aquella que vamos asintiendo y experimentando según se van cumpliendo nuestras expectativas con respecto a un objetivo y que pueden ir o no en detrimento de las armonía personal y del conjunto, y es por eso que también existe una verdad última en la que nos reflejamos y con la que nos comparamos, para comprender hasta que punto andábamos en el error o cuánto nos hemos alejado de la certeza.
En este sentido, el método que utilicemos para encontarla, directamente relacionado con nuestra metodología de razonamiento se convierte en determinante para la consecución positiva o negativa de nuestro logro si más a la larga, y muchos son los métodos que se utilizan hoy en día para esclarecer los batiburrillos emocionales a los que llegamos a través de una posible equivocación en la organización de nuestra lógica en éste sentido: filosofía, psicología, esoterismo, incluso la teología, y sin embargo, como individuos que en determinando momento de su vida llegan a experimentar la realidad de independencia del grupo social a través de ser consciente de las responsabilidades de nuestros propios actos,
¿somos capaces de conocer de la auténtica naturaleza de nuestro pensamiento y como ésta influye en la consecución de nuestros máximos objetivos o aquellos que seamos capaces de realizar?
si somos capaces, ¿qué determina que tomemos unas decisiones u otras? ¿el razonamiento una vez más?
¿tenemos las erramientas necesarias para no caer en falacias que nos alejen de la verdad o realidad en la organización de las ideas?
¿en este sentido, estamos preparados en según qué momentos de la vida para determinar los beneficios de la consecución de nuestros objetivos en función de las decisiones que tomemos para con ella?
¿Cómo llegamos a la conclusión de determinados intereses?
¿Influye la edad, la madurez, la capacidad de razonamiento en éste sentido? o ¿simplemente un sistema de razonamiento concreto puede determinar de manera efectiva la conclusión positiva de nuestra búsqueda de la propia realidad?
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Si tenemos en cuenta las teorías filosóficas de los ultimos siglos sobre el conocimiento, no llegamos a la conclusión de si dicho razonamiento o teoría del conocimiento de un tema en concreto puede ser la acertada, cuando no tenemos en cuenta el objeto por el cual se fundamenta ese conocimiento. Pero las cosas no tienen conocimiento ni actividad sensorial en si que los determine si no que somos nosotros los que le damos un significado, así que en este sentido, me limitaré a definir el conocimiento desde la perspectiva de ser la percepción sensorial de la certeza de la realidad de algo, ya sea situación u objeto (que nos afecta emocionalmente), a través de determinados métodos que desechen la sensación de equivocación.
En mi opinión el conocimiento bien podría llegar a ser la conclusión de la actividad mediante la cual llegamos a las conclusiones que nos acercan a una realidad que en ocasiones idealizamos y que para llegar al conocimiento de ella, experimentamos a través del razonamiento. Sería entonces su consecuencia máxima, el acierto en la actividad del razonamiento.
Entonces, según lo anterior, es decir, el sentido y significado de la actividad de razonar, ¿conocemos la función de nuestras propias necesidades en si, en función de nuestro método de razonamiento, pudiendo ser éste según el significado que le damos a las ideas o lo que razonamos de ellas, o conocemos en función de nuestras propias necesidades, las más biológicas? Si esto es así; si comparamos nuestras conclusiones en función de la conclusión positiva o negativa de nuestro razonamiento a nivel empírico, podemos estar o no equivocados, pero en tanto podamos comparar con nuestra capacidad de discernir la certeza, de manera biológica, podremos determinar cuánto lo estamos a la larga.
Aquí entonces encontramos dos tipos de conocimiento que vienen definidos por el método al cual demos más importancia en el rango de experiencias que nos hayan funcionado mejor o peor. Si bien el primero, el que se basa en el razonamiento de la conclusión de nuestras propias ideas puede llevarnos a conclusiones positivas o negativas que solo podrán comprobarse a posteriori en función de la satisfacción o no que nos produzcan, el segundo viene dado de manera innata pero que habrá de ser descifrado a través del razonamiento que nos lleve a su propio conocimiento, a la razón de ser de éste hecho mediante la expresión propia del razonamiento. Una especie de re-encuentro recíproco con la experiencia a través del razonamiento que lo convierte ya en lógica. Por tanto, según esto, nos vendría dado un tipo de conocimiento por el cual seríamos capaces de contrastar aquello que nos beneficie ya más a largo plazo con aquello sobre a lo que hayamos llegado según determinadas conclusiones y que en este caso, verificaremos a medida que lo vayamos experimentando, comparándolo con experiencias ajenas. Siendo así, esto último sería la conclusión de que el resultado de éste tipo de razonamiento es distinto al primero ya que en el primero el conocimiento viene dado de antemano, solo que no se re-conoce a priori (si no que se hace a través del razonamiento) y el segundo se experimenta despues del razonamiento o significado que le demos a nuestras propias ideas, según nuestra experiencia o las conclusiones que hayamos sacado en la vida.
Este conocimiento también puede venir definido por diferentes amplitudes según la magnitud de nuestras ambiciones con respecto a un tema. Pero el razonamiento de una forma u otra planteado (ya no mejor ni peor, sino producente o contraproducente, puesto que cada tipo de razonamiento lo determina la naturaleza pensante, la capacidad de observación, lógica, conocimiento teórico, raciocinio, etc. de cada persona) puede determinar la conclusión satisfactoria a la cual pretendemos llegar sobre un tema.
¿Qué determina que seamos capaces de llegar a conclusiones positivas?
Según esto sabemos que la sensación de conocimiento nos da la respuesta pero, ¿qué hay del método?
Este camino o bucle que va de la incógnita o absoluto desconocimiento, a la intuición que pasa a ser realidad tras un determinado tipo de razonamiento para si acaso llegar a ser conocimiento empírico es nuestro método para encontrar respuestas a la búsqueda de satisfacción de necesidades, y consecuentes ansiedades, y que acompañan nuestro camino lleno de incógnitas a las que tenemos que dar respuestas en ésta vida. Pero como tal método puede llevarnos a errores de conclusión que nos demuestren que de manera inmediata o a la larga, nuestras necesidades más primarias, básicas o vitales han sido o no satisfechas.
I.
jueves, 22 de julio de 2010
Afro-descendencia
El año 2011 se prepara para ser el año internacional de la afro-descendencia declarado por la Organización de las Naciones Unidas.
Para algunos, este termino resulta incongruente, inespecífico o incluso gregario, etc.
¿Qué entendemos entonces por afro-descendencia?
Sin duda, tendríamos que preguntar a los promotores de esta nueva fecha a recordar qué es lo que ellos entienderían por tal ya que, como podemos observar, son muchas las apreciaciones que se pueden tener al respecto de este término según dónde se pregunte y a quién preguntemos.
Así, no será lo mismo preguntar qué es afro-descendencia en un lugar remoto del centro de África donde las tradiciones culturales africanas y el sentido de ‘ser africano’ permanezca intacto, que preguntar en ciudades del lejano oriente donde el término les resulte absolutamente abstracto.
Existe una opinión generalista que difunde que al ser el ser humano actual originario del continente africano, desde el momento en que empezó a expandirse por el resto del planeta todos y cada uno de sus componentes se convirtieron en afro-descendientes. Y sin embargo, existe también la tendencia a alejarnos de dicha concepción generalista que englobaría a la totalidad del ser humano actual en su conjunto.
La concepción actual que se tiene del mundo, separado mediante nombres ciudades, países y continentes que engloban idiomas y culturas dificulta el acceso a esta imagen del ser humano como un ser carácter global que procede del mismo origen.
¿Qué tiene cada persona de africano?
¿Qué es aquello que nos relaciona con nuestros orígenes?
Lejos de parecer éstas, cuestiones que buscan una respuesta exclusivamente teórica o cultural, parece existir en ellas también una respuesta biológica. Habría entonces que analizar los valores que a nivel biológico conformaron a los primeros seres humanos que todavía permanezcan hoy en todos y cada uno de nosotros. Valores éstos que a través de la puesta en práctica de las diferentes culturas (y teniendo en cuenta su mutación o expansión y su consiguiente diversificación) se intentaron e intentan reflejar y que se relacionan directamente con lo más intrínseco dentro de todos y cada uno.
¿Qué sabemos de África y de los valores más intrínsecos de sus culturas o de las culturas más ancestrales?
martes, 13 de julio de 2010
Biología y Ser humano
En este sentido entiendo que el ser humano, efectivamente, tiene una tendencia perjudicial a encontrarse absolutamente al margen del conocimiento de si mismo como algo biológico y de no entender como tal sus movimientos, pensamientos y constantes cambiantes.
miércoles, 24 de marzo de 2010
Respuesta a Alberto sobre su comentario al texto: El lujo.
'Debido a las grandes desigualdades económicas, por desgracia el placer aún se considera un lujo, de los que uno no puede permitirse, por gran parte de la población de este planeta. Eso es algo que debería preocuparnos'
Me preocupa.
Sin embargo, son tantas las cosas que nos alejan de tantas otras cosas, cosas éstas que a su vez nos acercan a nosotros mismos, que adentrarnos en este inmenso mar de posibilidades, dudas, creencias y opiniones o verdades simplemente desborda. Lleva tiempo, paciencia y ganas.
Me preocupa el hecho de que disfrutar de la vida plenamente pueda ir quedando supeditado a las condiciones más superfluas, ajenas a lo que considero el potencial del ser humano.
Al parecer, todo aquello de lo que de verdad disfrutamos queda subordinado a la importancia que adquiere en un momento dado el 'método' o 'cómo' del disfrute, más que del 'aquello' en sí mismo o el resultado que el disfrute produzca en nosotr@s. Y en lugar de ser simple y llanamente el puente que nos impulse a ello, aquello, hoy en día, parece difuminar nuestra capacidad de apreciar el valor del disfrute en si mismo...
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Amigo Alberto, has puesto varios ejemplos a mi parecer muy dignos de ser considerados verdades de lo que considero el comienzo del auténtico conocimiento, enriquecimiento y/o desarrollo personal. Para algun@s podrán incluso parecer simples romanticismos carentes de sentido práctico ya que al fin y al cabo ¿qué felicidad -práctica- existe a la hora de respirar el frescor de la hierva mojada tras la lluvia en un mundo donde parece primar sobre todo, el valor de la cantidad de asfalto construido...
Pero ahí están. Y sin duda se convierten en las cosas que hacen que seamos capaces de percibir nuestra existencia.
Cuando dices:
Lujo es levantarse por la mañana, abrir la ventana y ver la luz del sol.
Lujo es sumergirse en el placer de las notas de una canción,
y rendirse a las emociones que ésta provoca.
Lujo es una brizna de hierba.
Lujo es mantener una conversación enriquecedora.
Lujo es poder compartir tus cimas y poder compartir tus valles.
pienso yo, ¡qué grandes palabras! ¡Cuántas emociones evocan en mi!... Y qué necesarias éstas. ¿En qué sentido son éstas importantes? Porque, si están ahí; si forman parte de aquello que nos constituye y nos (digamos) enciende (ya que aunque nace fuera, se aprecia dentro), tienen que significar algo en o para nosotr@s... Es decir, las cosas no están ahí simplemente por que sí. Tienen una razón de ser. Y es esa razón la que nos permite discernir el porqué de dichas cosas...
Cuando me emociono al pensar que voy a rendirme a las emociones que en mi una canción provoca, esto significa algo. Pero ahora mismo, lo que pueda significar solo me da para pensar en las consecuencias de aquellas emociones que ello en mí provoca. Es decir, ¡qué bien se siente un@ al escuchar las notas de una canción de la cual su más íntimo yo ya forma parte! Pero entonces... ¿ésto qué implica...? ¿Placer por el placer? (del que creo hablábamos en alguna de las entradas?) Pues bien, no seré yo quien defina los consecuencias de esto en cada uno de los que en sí lo sientan. Yo solo puedo hablar con seguridad de lo que yo siento, si acaso a veces ni eso.
Aquí encontramos pues, la diferencia entre aquello que en nosotros evoca ciertas sensaciones y aquello que simplemente no provoca esas sensaciones. Pensémoslo. ¿Qué hay comparable al sentimiento orgánico de respirar hierva mojada? Y ¿cuáles son las consecuencias de ésto? ¿Qué nos hace sentir y qué significa o qué resultados genera a posteriori ese sentimiento?...
Sin embargo, nuestra vida no se reduce solo a esos sentimientos o emociones o consecuencias de los mismos. En nuestra vida hay muchas otras cosas que de alguna manera pareciera que intentaran acercarnos a dichas sensaciones (realmente no se si estos son los vocablos correctos; pero ahí quedan a interpretación de cada un@ a falta de algo más genérico o concreto). Esa búsqueda constante del placer, ese hedonismo que mencionas, bien podría conseguirse si la naturaleza, en lugar de hacer de nosotros un constante buscador de las verdades, o de aquello que aleje fuera de nosotros las dudas que se generan 'en nosotros' (para -al parecer- así conseguir esa tranquilidad que se acerca al sentimiento generado tras respirar hierva mojada, pero esta vez de una forma no definitiva pero constante), nos hubiera convertido en simples vividores de éste tipo de emociones.
Bien, parece que eso es lo que somos (a parte de otras cosas): vividores de emociones. Pero de muchos tipos de emociones (sin embargo), que a veces incluso nos desbordan más que tranquilizarnos. Es decir, no somos simples hedonistas, y aún así al parecer eso queremos o buscamos. Nadie quiere sufrir. Pero sufrimos y disfrutamos...
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Querido Alberto, como ves, este es un tema complicado que atañe muchas cosas. Cosas que van desde lo que podríamos definir como la 'des-humanización' del lujo hasta las consecuencias de los derivados de ésto o sus por qué. Pero simplificando podría lanzar mi teoría´(así por las buenas) diciendo... La búsqueda del lujo pues, bien podría ser el reflejo materializado (por el conocimiento adquirido a lo largo de la historia) de aquello que ese mismo 'factor que materializa' (que bien podríamos llamar en términos matemáticos 'x') interpreta como aquello que en realidad buscamos, eso sí desde la materialización.
(Como ves amigo, realmente, este es un tema lleno de entramados, que intento desmenuzar poco a poco y sobre el que espero ponerte a ti y a los que puedan estar leyendo ésto al tanto, en futuras páginas)
Así, nos caracterizamos por intentar encontrarle sentido a las cosas y pareciera que hubiéramos llegado a un punto en que todas las cosas tuvieran sentido. El sentido que nosotr@s les demos. Curioso, porque como el perro que se muerde la cola, si las cosas tienen el sentido que nosotros les damos, ¿cuándo sabemos cual es su sentido auténtico si cada uno podemos darle un sentido?
Qué lío.En este sentido me viene a la cabeza la teoría de que cuando a algo tienes que encontrarle un sentido, es que el sentido real de ese algo no tiene el sentido en si mismo que a él quieres darle.
El sentido de algo es. No se hace.
Así pues, siempre he creído que existe un sentimiento que nos une y nos identifica a tod@s. Un sentimiento que es eso en si mismo, y que parece no distinguir entre las diferenciaciones o adjudicaciones sociales creadas por el ser humano, sean estas relativas al ser humano o no.
Es el sentimiento de seguridad; pues solo cuando uno esta seguro de lo que ve, oye, prueba, huele o toca, sabe. El sentimiento de seguridad que produce saber algo no es necesariamente correlativo al hecho de conocer ese algo previamente. Pero si parece tener algo que ver con dejar de dudar (o, directamente no dudar) sobre aquello que se ve, siente, huele o toca.
Estamos seguros de cuando nos gusta algo y de cuando no..., de cuando nos duele. Lo sabemos.
Pero, muchas veces, ese sentimiento de seguridad se difumina entre tantas opiniones, definiciones y supuestas - añado - verdades ajenas a nuestra certeza personal que, casi SIN plantearnoslo desde nuestra más personal intencionalidad, llegamos a convertirlos en opiniones, definiciones y supuestas verdades propias, que así, ante otra persona, bien podrían ser relativas. Eso sí, ante otra persona, ya que ante nosotros mismos no hay verdades rebatibles, al menos no cuando estas provienen desde la certeza. Y así, digo supuestas porque, si esto fuera así, aquello que para mi pueda ser una verdad en un momento dado, para otra persona puede que no lo sea, y es curioso como puede llegar a convertirse en un conflicto de intereses, que una vez más desde la necesidad de una certeza como verdad única, vuelven a jugar su papel fundamental en nuestra trayectoria, creando su mundo de verdades y no verdades.
Sin embargo, personalmente y como he dicho antes, creo que nada está ahí porque sí. Y si a lo largo de nuestra historia han existido cosas que nos han alejado de nuestras certezas, tendrán su razón de ser y eso es algo que con tu ayuda, Alberto, y con la de todos aquellos ya aquellas que quieran participar podremos al menos intentar discernir, si así fuera.
Entonces, realmente, ante tan amplio abanico de posibilidades provenientes de suposiciones, creencias y opiniones, ¿existe la posibilidad del consenso ante diferentes realidades? ¿Existe una verdad absoluta comprendida y sabida por tod@s?
Lo que para algunos, hoy, de un lujo pueda ser considerado un derecho venerado, para otros bien podría ser un insulto (con respecto a esos otros). A sí diferentes combinaciones de posibilidades.
Pues bien, si existiera esa verdad que nos alejara del conflicto, considero yo que sería más fácil encontrarla al margen de las interpretaciones que todos y cada uno somos capaces de dar sobre una única cosa y empezaría a descubrirse a través de las interpretaciones que la cosa en sí misma evocara en nosotr@s.
De gran ejemplo se torna aquí, el hedonismo del ser humano del que varias veces hemos hablado y la búsqueda del placer como método de supresión del dolor 'casi' por naturaleza, ya que pareciera que la búsqueda del lujo y el placer se hubiera convertido en una máxima cada vez más distorsionada de su epicentro. Pero, para desmenuzar la situación vayamos por partes:
Primero aclararé porqué he dicho 'casi', en tanto a la búsqueda del placer o hedonismo por naturaleza:
Si entendemos la naturaleza como algo perfecto (tema a discutir / definir, el de si la naturaleza es algo perfecto o no ya que ésto conlleva el hecho de en qué sentido la naturaleza es perfección o si la perfección es la consecuencia o resultado de ello), en el sentido de que cuyas reglas se rijan por unas leyes cuyos actos vengan estrictamente determinados por un fin, la 'búsqueda del placer como método de supresión del dolor' como fin constante del ser humano, parece (o no) suficiente para explicar el curso de nuestra historia, pero también parece estar determinado por los cambios a la hora de determinar el camino para encontrar dicho FIN CONSTANTE.
Por otro lado, si el ser humano se rigiera por la necesidad de placer en sí mismo, entiendo que, si así fuera; si lo único que nos moviera fuera el disfrutar del placer, nos bastaría con hacer sólo aquellas cosas que con el placer algo que ver tuvieran y dado que ya las conocemos (al menos algunas) viviríamos en el placer constante, y no en la constante búsqueda de placer. No existirían las cosas desagradables ya que, YA sabemos al menos algunas de las cosas que nos producen placer y en ellas nos recrearíamos, por lo tanto, en el caso de que ese fuera nuestro fin, ya lo habríamos encontrado.
Sin embargo, es curioso como nuestra propia naturaleza no nos provee con la capacidad de disfrutar constantemente como si de apretar una tecla se tratara. Nos lo impide, como haciendo que nos esforcemos por ello, como nos impide esas pocas cosas como, tener alas y volar por ejemplo, y sin embargo no nos impide construir aparatos que vuelen y nos lleven lejos (algo que parece ansiamos desde nuestros comienzos haciendo del avance tecnológico que facilite nuestra capacidad de confort y descubrimiento y movimiento). Construir aparatos que vuelen y nos lleven lejos. Por un lado, algo que no podemos hacer por nosotros mismos. Curioso. Por otro lado, algo que podemos hacer a través del desarrollo tecnológico; a través del desarrollo del conocimiento y de la capacidad de interpretación en nuestro entorno en beneficio del descubrimiento. (Punto interesante a destripar).
Descubrimos cosas que nos ayudan a, digamos, 'estar mejor' (algo que hay que definir Alberto).
Pero también a través de esos descubrimientos, desarrollamos esas cosas que descubrimos, para estar ¿más mejor? ¿Con qué fin? ¿Existe un fin? Exista o no, consistimos pues en estar mejor y mejor y mejor? ¿A qué precio?... Porque si el fin último fuera el estatus social en sí mismo (o lo que hoy entendemos de él) o el beneficio económico en sí mismo (por el placer que el beneficio económico pueda suponer); es decir, confort, lujos, supuestos placeres..., el lujo por lo material, el confort, lo ambiguo y descabellado y absurdo del placer por placer podría llegar a justificar las desigualdades de algunas personas con respecto a otras desde puntos completamente infrahumanos.
Pero ese último 'punto interesante' también me sugiere un otro sentido.
Observamos que últimamente más que nunca antes, son muchos los comentarios de personas conocedoras del tema del tipo: 'el dinero no da la felicidad', 'más dinero más problemas...', o incluso oímos de casos de personas cuyo poder adquisitivo las ha llevado la absoluta desesperación...
¿Entonces qué pasa? ¿Porqué para algunos el lujo tumultuoso supone felicidad y para otros no? ¿Qué los diferencia? ¡Los que lo saben qué hablen!
Pues se trata este de un tema largo...
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La naturaleza.
En mi opinión quizá exista algo que pueda poner un poco de luz al respecto. En mi opinión.
Observemos las circunstancias de la historia desde un otro punto de partida o de vista. Esto es:
La búsqueda del confort y del desarrollo constante a través del descubrimiento de la capacidad de conocimiento intelectual. Y no al revés (lo que vendría siendo: la búsqueda del confort y el descubrimiento constante a través del desarrollo del conocimiento intelectual).
Así a simple vista ambos parecen iguales, sin embargo surge una sutil diferencia a mi entender...
El caso segundo, parece indicar que es el desarrollo del conocimiento intelectual lo que genera el descubrimiento, con lo cual, en éste último caso, el descubrir (o no) algo vendría determinado por nuestra capacidad intelectual... cosa que no parece en apariencia posible teniendo en cuenta que, aparentemente, nos hemos ido desarrollando a lo largo del tiempo sin saber tanto como podamos saber ahora. Pero, sin embargo, se da el caso de que el desarrollo intelectual parece haber ido a lo largo del tiempo detrás del descubrimiento (como anuncia el primer caso), y no al revés. Es decir, no ha sido nuestro razonamiento el que nos ha llevado a descubrir algo, sino el descubrimiento de ese algo (la acción de esa circunstancia en sí misma) la que ha abierto las puertas y nos ha llevado al análisis de la misma situación y al consiguiente desarrollo hacia esa supuesta búsqueda del confort. Si fuera al contrario, significaría nacer siendo completos superdotados que sabrían más que aquello que les precediera o continuara... Me explico.
En el primer caso, es la búsqueda del conocimiento la que pone en nosotros la capacidad de discernir el beneficio (o no) del descubrimiento. El descubrimiento y la capacidad de conocimiento intelectual parecen ir de la mano entonces para obtener un resultado. El segundo no se da. Y sin embargo se da, pero alejado de esta primera teoría es decir, fuera de ella.
No se da el razonamiento -a priori- del descubrimiento y si se da, se aleja de aquello que se da en nosotros mismos y sin que aparentemente mediemos en ello (como lo hacen, o se dan en nosotros las impresiones recibidas por ejemplo de la naturaleza, diferentes situaciones no generadas por nosotros, pero que sin embargo reconocemos en nosotros). ES decir, la razonamos para interiorizarlo y no al revés. Como en el primer caso. (...).
Las consecuencias de ésto pueden ser varias.
Entonces, un ansia casi inconsciente por descubrir ciertas cosas parece mover nuestros pasos. Parece ser el motor de nuestro desarrollo del conocimiento. ¿En qué lugar queda el placer? No se... el placer tal vez solo sea la guinda que amenice el proceso... O el motor que nos haga asimilar el camino de nuestras circunstancias. NO se, conjeturas.Así pues, sabiendo que el lujo no da la felicidad (pero según algunos otros ayuda - factor por ello a definir-), en este sentido, la búsqueda del lujo material como 'summun' único de nuestra existencia, personalmente me parece algo ambiguo o arcaico, ya que supone límites, y el desarrollo del conocimiento intelectual no parece adivinarlos ni de lejos.
Esto es algo que habremos de seguir desarrollando. Lo del suponer límites.
Un abrazo amigo.
I.
miércoles, 3 de marzo de 2010
El Lujo.
Lujo:
1. m. Riqueza, suntuosidad: vive en el lujo.
2. Abundancia de cosas no necesarias: me lo explicó con todo lujo de detalles.
3. Todo aquello que supera los medios normales de alguien para conseguirlo: es un lujo para mí.
4. Cosa muy buena o extraordinaria: recibir a un invitado tan excepcional es un lujo para nosotros.
Me centraré sobretodo en la 1ª y la 3ª ya que, soy consciente de que el mundo de las definiciones parece haberse convertido para mi en algo, aunque sea minimamente, subjetivo.
Dicho esto, es curioso observar que much@s de nosotr@s, si no tod@s, en un momento dado hemos tenido la oportunidad de rodearnos de cualquier cosa que bien podría ser considerada un lujo en un momento dado (tenga esta un valor económico o no), si tenemos en cuenta las cuatro anteriores deficiones, y sin embargo, pareciera que los lujos más valorados y/o reconocidos en terminos, digamos, sociales como aquellos que, siendo el interés de la sociedad en ellos directamente proporcional a su precio, se convierten en inaccesibles para la gran mayoría, siendo subceptible a convertirse en esta deficinición, casi cualquier cosa que podamos imaginar.
Una vez más, así, cosas que antes no tendrían porqué tener un valor económico o que, bien podrían ser adquiridas de forma gratuita, se convierten en inaccesibles y reservados a unos pocos, es decir, en lujos.
Entonces, ¿qué es lo que convierte a los lujos en lujos? Es decir, cuál es su sentido más extricto y en qué nos basamos para considerarlos más o menos interesantes.
Antes de nada, dejaré claro que mi definición de interesante es aquello que por ser considerado provechoso (es decir, de beneficio o utilidad) se convierte en objeto de atención. También he de dejar claro que cuando digo beneficio no se trata unicamente de un interés personal en beneficiarme a mi misma sino al ser humano en su conjunto ya que yo sola en el mundo probablemente no pinte nada.
Entonces, dicho esto. Veamos.
Encontramos aquí una diferencia abismal entre un tipo de lujos y otros si, pero una conclusión en su definición común, y parece esta tratarse de un factor económico.
Hemos dicho que los lujos económicos, en su significado según lo acabamos de definir más arriba, poco llegan a diferenciarse en conclusión de los lujos que por su inaccesibilidad se han convertido en vitales. Como por ejemplo, el agua en determinados países de el mundo.Sin embargo el agua es un tipo de lujo absolutamente necesario para nuestra supervivencia. Ni que decir tiene. No siendo así por ejemplo, un televisor de plasma de 62 pulgadas que nos permita ver a Ana Rosa Quintana en tres dimensiones. Eso es algo que puede ser muy tentandor pero que en los países donde el agua no es accesible por carencias en la infraestructura por ejemplo, puede seguir siendo sorprendente pero no así necesario o productivo (siempre y cuando no vaya acompañado de otro tipo de ventajas, como por ejemplo una televisión de calidad y accesible).
Entonces, parece estár claro que estas necesidades convertidas en lujos, dependerán por un lado, de la situación en la que nos encontremos o del país en que vivamos.
En los países conocidos como desarrollados, el agua no es un lujo, al menos por el momento. La calefacción... bueno, la calefacción últimamente más o menos. El alimento... bueno, el caro si (las marcas blancas siguen siendo accesibles, a veces), etc... En los países conocidos como desarrollados exiten, además, otro tipo de cosas consideradas como lujos. Normalmente se trata de objetos cuyo valor económico se escapa del poder adquisitivo de la mayoría de las personas de aquellos países y, el interés de las personas en ellos es, digamos, más bien lucrativo y/o recreativo.
Lucrativo, porque aquellos cuya capacidad económica excede sobremanera los niveles considerados primarios-necesarios, saben que por lucrativo se entiende aquello que produce una ganancia económica de manera colateral o, un provecho económico añadido. El agua, te la bebes y se acaba su provecho. La calefacción te calienta y una vez que tienes calor, se acaba su provecho, y aunque sigue estando ahí la necesidad, su valor no es, digamos, re-vendible ya que se evapora. Pero algo lucrativo es algo cuyo provecho se extiende más allá de una necesidad concreta en un momento determinado, perdurable en el tiempo. Pero, si ha esto le añadimos un valor económico elevado, nos hayamos ante la circunstancia de haber convertido un objeto que dura en el tiempo, en algo económicamente lucrativo, es decir, económicamente rentable.
Por ejemplo: imaginemos un yate, impresionante, con su piscina interior, sus interirores de cuero, marfil y remates de oro blanco, su minibar de lujo, sus habitaciones de escándalo, etc, etc, etc... Tentador ¿eh? Seguro que si. Pues bien, para algunas de las personas de alto poder adquisitivo realmente, el máximo exponente del valor de este adorado objeto se haya en el hecho de que una vez adquirido, su gran valor económico se sigue manteniendo. Si no fuera así, su valor sería únicamente recreativo y gastarse cantidares de dinero excesivas en ello sería algo a considerar con detenimiento. Mas bien una opción más correcta en este caso sería su alquiler expontaneo.
Sin embargo, muchas personas (ya tengan poder adquisitivo o no) no son conscientes del sentido primario de la necesidad de existencia de este tipo de objetos, y en lugar de verlos además como valores económicos perdurables en el tiempo, se limitan ha convertirlos únicamente en valores de interés recreativo. Lo cual me permitiré el lujo de considerar una absoluta pérdida de tiempo cuando de ello se hace un estilo de vida, siempre que haya otras necesidades que cubrir, ya sean intelectuales, personales, emocionales, físicas, sociales...
Según esto pareciera entonces que en la sociedad conocida como desarrollada, el sentido más estricto de la apreciación del lujo es económicamente lucrativo y/o recreativo. Gastar dinero de forma lucrativa parece la opción más interesante. La forma recreativa también, en el tipo de sociedad en que vivimos pero, sin embargo no parece la más rentable para el que lo gasta, ni la más productiva.
Pero también parecen existir dos tipos de lujos bien diferenciados segun la sociedad en que nos encontremos, entiéndase bulgarmente como 'desarrollada' y 'no desarrollada'. Por un lado estan, los lujos económicos (no de vital importancia y dificilmente accesibles por la existencia de un deficit económico) y por otro los lujos adquisitivos (de vital importancia y difilmente accesibles, sobretodo por una carencia infraestructural considerable).
Así, de forma lucrativa, muchos de los segundos se están conviertiendo en lujos económicos: la vivienda, la calefacción, el transporte, el alimento, e incluso el agua, están alcanzando precios que para muchos empiezan a ser inaccesibles, en los países desarrollados. ¿Cuál es la conclusión?
Otra diferencia estre los segundos y los primeros es que, uno no se considera afortunado por tener la posibilidad de adquirir una vivienda a un precio desorbitado cuando realmente no tiene la capacidad económica de adquirirla si no es con ayuda de un financiador externo al que deberá dinero casi de por vida. Tampoco se siente afortunado por tener acceso a un carro de la compra que se ha convertido en un problema económico más que una solución por su desorbitado precio... Tampoco lo hace al pagar las facturas por servicios que a estas alturas bien podrían ser considerados primarios, bien por nuestra supuesta capacidad real de desarrollo, o bien porque llevan con nosotros siglos y a través del tiempo se podrían haber encontrado soluciones para que su adquisición dejara de convertirse en un problema: luz, agua, teléfono... Cualquiera hoy en día puede conseguir agua gratis. O luz. Ya sabemos cómo.
Observamos entonces, que este tipo de trabas económicas empiezan a suponer verdaderos problemas de desarrollo hacia delante en la sociedad. Y llendo más allá, en el desarrollo de la capacidad de desarrollo del ser humano.
Perdemos más tiempo intentando ver como sacar más dinero de la factura de la luz o de como pagarla, que si nos apartásemos del problema para preocuparnos de otras cosas que nos permitieran avanzar intelectualmente y como socidedad.
Este tipo de conclusiones me lleva a pensar en qué tipo de prioridades son las que anteponemos a las verdaderas y auténticas necesidades de nuestra existencia. Tanto como el agua podría ser cualquier otra cosa que, al no ser tenida en cuenta como privilegio económico, no se aprecia su valor.Al parecer en vez de ir hacia delante optamos por lo más rentable que es ir hacia atrás como los cangrejos.
lunes, 22 de febrero de 2010
Respuesta a Alberto sobre su comentario al texto: Somos jóvenes, amor
Ante todo y una vez más, muchísimas gracias por tu respuesta. Consigues hacer que todas las dudas que una y otra vez se empeñan en presionarme a la hora de escribir, casi se disipen, movidas por la ilusión de empezar una nueva andadura hacia el 'conocimiento'.
Efectivamente, la juventud es una etapa dificil.
En esta etapa de la vida en la que todo el mundo parece saber de todo y en la que a los jóvenes a menudo se les dice no saben de nada, ser joven es una tarea muy dificil. Sobretodo si tienes fuerzas para todo pero, no encuentras el camino para canalizarlas.
Muchos encuentran muchas salidas diferentes a determinadas presiones. Muchas de esas salidas las mencionaba en la entrada anterior, muchas otras no.
Algunos hay que encuentran el que, en un momento determinado, consideraron ser el camino adecuado para seguir durante el curso de su vida y con suerte, al cabo del tiempo no se arrepintieron de haberlo tomado.
Otros prefieren, como bien dices, esperar y no tomar una determinada decisión. Tal vez no se decidan, tal vez no la hayan encontrado, tal vez de entre tantas opciones no sepan cual elegir.
En este sentido, es dificil decidir qué camino tomar. Saber cual es el correcto para con seguridad llevarlo a cabo parece convertirse en algo fundamental. Y en una sociedad en la que constanmente somos dichos que es aquello que está bien y/o está mal y lo asimilamos como si de una forma de vida se tratara, decidir se convierte en una auténtica odisea.
¿Qué es lo correcto? o ¿qué nos lleva hacia ello?
Muchos dicen que no existe un camino correcto, solo aquello que te encuentres en el camino que decidas elegir. Otros, que la respuesta se encuentra al final del camino... otros dicen que no hay camino...
¿quién tiene la razón?
Supongo yo, que la razón está dentro de todos y cada uno de nosotros. Solo nosotros sabemos realmente cuando hemos hecho algo bien y/o mal. Solo nosotros ponemos las reglas de nuestra vida. No vienen determinadas y definidas excepto por algo ajeno y a la vez implícito en nosotros. La naturaleza.
Solo nosotros tenemos la llave a esa puerta que al abrirla nos deja reconocer algo parecido a una verdad autentica de entre todas las dichas.
No sabemos. Solo cuándo estamos seguros.
Y en este sentido supongo que estar seguro de algo, bien podría ser parecido a lo que parece ser estar enamorado. No importa cual mal 'parezca' que pueda ser la relación, en el fondo sientes que es lo correcto.
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Comentas en tu texto que muchas veces la libertad asusta. Y lo intento asimilar... intento entender qué es para ti la libertad.
La libertad, para mi, es sentirse capaz de hacer cualquier cosa, sin agobios, sin presiones. Ante esto, entiendo pues que puedas relacionar el miedo a la libertad con el miedo a salirse de aquello que siendo ajeno a ti, es considerado lo correcto. Miedo a parecer diferente, y además equivocarse.
Tal vez ahí se esconda lo que podría ser un problema. El plantearnos aquello que quien no somos nosotros dice que es lo correcto, antes que aquello que nosotros mismos sentimos que queremos hacer.
La motivación, las ganas, las ilusiones muchas veces se pierden, viéndose envueltas en circunstancias que tal vez no se ajusten a lo que estas reclaman y puede que de pronto encuentren sea como sea, cabida. La forma de salir y finalmente, expresarse.
Pero sinceramente, Alberto, a veces me pregunto si todos tenemos motivaciones. Suele pasarme cuando estoy baja en positividad.
Me lo pregunto. Y si es así, como encontrar el momento en que dejamos de soñar para afrontarlo.
Tal vez empezamos a dejar de soñar desde el momento en que dejamos de querer hacerlo.
Entonces, cuando dejas de querer soñar y de abrazar tus sueños, ¿qué opciones te quedan?
Gracias por las recientes palabras de Martin Scorsese.
Me conoces bien.
Un abrazo.
I.
lunes, 8 de febrero de 2010
Somos jóvenes, amor.
Cuando eres joven tu entorno te recuerda una y otra vez lo dichoso que eres al tener toda la vida por delante para hacer cosas. ¡Cuál la dicha! Ya que a partir de entonces, lo más importante se vuelve saber qué es aquello que vas a hacer ‘de’ tu vida para que el resto considere que lo que en ella sucede sea tan alentador como, en ocasiones, aquellas dichosas palabras. Entonces, toda la vida por delante si… pero para hacer qué.
Muchos de nosotros vivimos supeditando nuestras necesidades personales a lo que el entorno considera conveniente intentando así alcanzar los mejores resultados en nuestra vida, y sin embargo, para muchos, simplemente, aquello que se supone que es, llegado el momento no se adapta a sus verdaderos intereses. A veces, sin tan siquiera ser conscientes de qué queremos realmente o quienes somos, obviamos nuestros intereses personales para dejar que los ajenos jueguen la partida por nosotros y desde ahí, en un ávido intento por encontrar el camino adecuado (o por alejarnos del pactado) y sumergidos en la ansiedad de la frustración, la incertidumbre y los problemas personales, terminamos ahogándonos en el interminable mundo de las evasiones sociales.
Canutos, cocaína, alcohol… Estos parecen ser nuestros evasivos preferidos, pero otros como el tabaco, el sexo, la obsesión por el aspecto físico o el deporte, etc. comienzan a ganarlos terreno a pasos agigantados. Cuántas personas han tenido la suerte de pasar por nuestras sábanas (o las de otr@) o cuántos kilos hemos conseguido perder (o ganar en masa muscular) esta semana, parecen ser algunos de los grandes retos a superar hoy en día. No así cuantos cigarrillos nos fumamos o cuantas rallas nos metemos, ya que en este sentido, la cantidad de estos será directamente proporcional a las veces que conseguimos deshacernos del estrés o la cantidad de veces que logramos (supuestamente) disfrutar del momento al máximo.
Y entre tanta variedad de disciplinas, una cosa está clara: todas ellas intentan resarcirnos de cierta circunstancia personal, o responsabilidad, pero… ¿cuál?
Cierto es que, muchos de nosotros guardamos celosos traumas -o circunstancias personales determinadas que no hemos sabido superar- que nos acompañan hasta que un día se les antoja resurgir para ser enfrentados. Pueden presentarse de muchas maneras u ocultarse tras diferentes máscaras, pero todos nos llevan a la misma conclusión: para superarse han de ser enfrentadas.
Dicen que el secreto del éxito se basa en la superación. Entonces, tal vez la información contenida en esa caja negra de lo desconocido, sea la necesaria para descubrir qué es lo que nos atrapa en el camino; el tesoro que muchos ansiamos encontrar y desmenuzarla, la puerta que nos abra el camino a la redención. Tal vez para algun@s el tesoro de nuestra juventud, el mayor desafío que debamos afrontar, se base simplemente en el encuentro con nosotros mismos.
Por I. Morgades.
lunes, 4 de enero de 2010
Justicia Divina
miércoles, 25 de noviembre de 2009
Supersticiones
Si algo pareciera evidente es que, cuando antaño uno se supeditaba a una superstición (o a una creencia que le llevase a frenar sus actos desde, como yo digo, 'el exterior') lo que se ocultaba bajo ese fino velo era la palabra miedo.
Miedo a una situación incontrolable que pudiera hacer daño.
Pero... ¿qué se escondía tras él?
El miedo es algo que podemos padecer todos los seres humanos. Supersticiosos o no... Valientes o cobardes, y las supersticiones parecen acompañar a nuestra existencia casi desde esos tiempos de los que no se acuerda nadie.
Pero ese tipo de miedo irracional que nace en nosotros cuando por ejemplo, percibimos creemos o sentimos que nos encontramos en peligro y que entonces estaba directamente relacionado con la superstición, difiere de alguna manera del miedo natural que sentimos hoy hacia la superstición en sí misma, si es que sentimos alguno.
Y ese es el tema que me preocupa hoy. Observar y charlar sobre como evolucionan las creencias y sus fundamentos.
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Allá en tiempos lejanos, donde el interés de nuestra consciencia de existencia y sentido del porqué eran plausibles, y muchos de los actos que acontecían estaban directamente relacionados con la necesidad de encontrarle un sentido a lo que rodeaba, (ya que hoy en día parece que nos guiemos completamente ajenos a la brújula del porqué de nuestros actos...-) Allá entonces, existía una creencia absoluta en que el destino de los hombres estaba totalmente supedidato a las circunstancias 'mágicas' o 'incomprensibles' que pudieran rodearles y que fueran más allá de su entendimiento, mucho mayor que la creencia hacia ello que existe hoy en día. O al menos entonces este hecho era más común y visible. Unas creencias tan fuertes, capaces de controlar los actos de las personas que en ellas creían.
Unos basaban su existencia guiándose por indicaciones astrológicas que darían vida a su destino... Otros por la creencia en el más allá serían guiados y otros empezarían a darle más importancia que sentido a la religión. Pero todos querían el mismo fin. Encontrar una respuesta que diera sentido a los porqué que rodeaban el marco en el que se encontraban.
Pero había otra cara de la moneda. Muchas de estas y aquellas creencias son y eran consideradas por el mundo de la ciencia como eso, simples creencias no fundamentadas y que se enmarcan según ellos en el concepto de 'pseudociencias' (que viene a significar que son falsas), ya que no tienen una base científica lógica y concluyente que las acredite.
Pero aún así la gente las creería. Unos le darían más importancia a unas y otros a otras en función de lo que creyeran más probable, lo que sintieran más cierto, o lo que creyeran conveniente. Aquello que les diera una respuesta. Cosa que la ciencia reglada no haría si ésta no fuera concluyente, demostrable y que, al fin y al cabo habría de ser para los que en ella hubieran de creer, popularmente creíble.
Observamos aquí, que la ciencia reglada y probada ofrecía respuestas, pero no tiene ni tenía tantos adeptos ciegos. Digamos incluso que comúnmente es y era casi más difícil de 'ver para creer', que las ciencias no demostrables, probablemente por la dificultad de su entramado matemático (poco conocido para la mayoría) a la hora de llegar a las entrañas de nuestras circunstancias o por encontrarse al margen de la creencia popular... Busca soluciones , pero solo las considera ciencia cuando las encuentra. Es decir, la ciencia sentencia el resultado y se acaba la búsqueda. No existe el miedo en sus víctimas al seguir esta unos patrones lógicos determinados y conocidos. Sus respuestas son concluyentes, y pocos le daban mayor importancia que a las mitológicas.
¿Entonces, qué lleva a creer más en un tipo de ciencia que en otra?
Es cierto que ahora damos mayor credibilidad a la palabra de los científicos. Su palabra es probable y comprobable por todos, aunque sin embargo nos limitamos a creer en lo qué nos dicen, pero porque sabemos que para llegar a decírnoslo lo han probado matemáticamente y el resultado a sido digamos, perfecto y comprobado por otros.
Tambien es cierto que para llegar a esas conclusiones la ciencia reglada plantea muchas más dudas de las que una mente incauta pueda generar. Plantea diferencias de opinión, jeroglíficos, conclusiones inexactas y situaciones desesperantes que por necesidad tienen que llegar a consenso. Y son muchas las veces que lo consiguen, pero eso no es algo que sea directamente cercano a todos. No es digamos un conocimiento compartido y común.
Sin embargo, las ciencias no regladas son y eran así porque alguien nos dice y decía que eran así, no hacía falta ni hace falta que sea probado, aunque esto último hoy en día cada vez menos, y seguían siendo divulgadas y creídas en masa.
Entonces, tal vez lo que entonces las hiciera más creibles serían las circunstancias sociales, las respuestas que generaran para los problemas más directos e importantes, pero tal vez para algunos, hoy por hoy, lo que las haga a unas más importantes que a otras, sean las propias circunstancias personales, lo que se haya aprendido o lo que nos interese.
Tal vez lo que antes era una creencia ciega, por la necesidad de encontrar una solución a aquellos problemas que no tenía respuesta y calmara la ansiedad que pudiera producir el saber de la existencia de 'algo' que no sabes que es pero puede regir tu vida, a estas alturas de la vida es una opción.
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Miedo vs Preocupación
Una vez leí un libro que me fascinó y que entre otras muchas cosas, decía algo así como que cuando tenemos miedo nuestra adrenalina se dispara como preparándonos para la llegada de algo que nos puede hacer mal. Como el chip que dispara el método de defensa que se enfrenta a una fase que ha de ser necesario superar.
Por lo tanto, el miedo es algo que se genera automáticamente dentro de nosotros cuando una circunstancia nos recuerda y alerta de algo que nos puede perjudicar. Una creencia. La creencia de que algo nos va a hacer daño. Y esa creencia puede venir de muchos sitios.
Hoy en día las cosas son distintas, al menos en este mundo occidental globalizado, o al menos en determinados sectores las creencias cambian y han cambiado.
Las personas creen más o menos en lo que les apetece o en lo que les genere beneficios.
Hoy por hoy, pocas son las personas que se descontrolan a raíz de una preocupación o dejan su destino en manos del primero que les plantee una respuesta. Y esto a pesar de que pocos son tambien los que se plantean el sentido de su existencia de manera activa.
Si llegas tarde al trabajo te pueden echar, o que si te das un golpe con tú vehículo y la persona contraria no tiene los papeles en regla la puedes denunciar y comenzar 'el papeleo'. Esas son las cosas que realmente importan hoy por hoy. El papeleo, los beneficios, las necesidades primarias sometidas a los intereses del conjunto que nada tiene que ver ya con el individuo particular... etc., etc., etc...
Las pseudociencias ya no tienen un carácter generalizado que las justifique y las haga inmunes a cualquier otra teoría actual. En el mundo del 'todo vale' creer o no en una pseudociencia o ser supersticioso es una opción que no se propaga tan fácilmente.
Ahora ya no existe esa psicosis colectiva basada en ese 'algo' que pocos o casi nadie está seguro de lo que es.
En ese sentido nos sentimos más seguros. La ciencia se ha encargado de darnos esa seguirdad. Pero ahora lo que nos provoca inseguridades, son otras cosas y pocos y muchos son los lugares donde encontrar las respuestas.
Los miedos de ayer, no son los mismos que hoy. Ahora, tenemos más preocupaciones que miedos que nos guíen. De las cosas improbables seguimos teniendo un miedo incontrolable, sin embargo hoy nos hemos desecho en gran medida, del miedo que creaba lo conocido como 'paranormal'. Ya no creemos en ello.
La preocupación es lo que prima, lo que nos frena, lo que nos entorpece. Nacida del desconocimiento e incertidumbre también, y de una creencia, y quizá hoy, lo que más preocupe de todas las preocupaciones se resuma en conjunto en una falta de libertad, que al fin y al cabo se reduce a la ausencia de miedo, que hoy son sobre todo preocupaciones.
Quizá la más difícil de todas ellas sea no tener miedo. Miedo a las preocupaciones. Miedo a creer que las preocupaciones pueden cambiar nuestra vida sin que podamos hacer algo al respecto.
Sin embargo, no tener miedo parece una de las tareas más difíciles a las que el ser humano se haya tenido que enfrentar.
Tenemos 'miedo' prácticamente de todo. Pocos son los que no tienen miedo-preocupación, y no se dejan llevar entonces por las circunstancias de lo que les rodea más que por sus verdaderos intereses y creencias. Pero lo que está claro es que los impulsos primarios, esos por los que nos guía nuestra naturaleza humana no hacen diferencia alguna. Todos nos cagamos de miedo cuando tenemos la certeza de un peligro real.
Por lo tanto, si aquello que llamaremos 'emociones secundarias' (por las preocupaciones) es lo que varía con el tiempo. Es decir nuestras incertidumbres, me pregunto, ¿a que tipo de modificación nos llevarán las siguientes...?
Por I. Morgades
sábado, 31 de octubre de 2009
- Respuesta II a Alberto R. sobre su comentario al texto 'Respuesta a Alberto R. ...'
Se que es muy difícil, y a veces, simplemente me cuesta sentarme delante del ordenador y empezar a exponer lo que podría considerar y considero simples opiniones y que me empeño firmemente en desechar como verdades absolutas. Y ya sabes, esto a veces te puede hacer dudar sobre si aquello que quieres decir, si es que hubiera que decir algo, cabría ser dicho.
Aún así y sea como fuere, aquí estoy hoy, y casi ansiosa, continúo con el camino de este interesante debate.
En tu siempre interesante comentario, tras una perfecta introducción pones sobre la mesa de nuevo el hecho de que ciertas personas 'no nacen con una absoluta disposición a la reflexión y a plantearse determinados problemas' y continúas diciendo que 'todos conocemos a muchas personas que son felices en un mundo de realidades simples'. Entonces te pediría yo que definieras con mayor exactitud a que te refieres con realidades simples, ya que considero que si a lo que te refieres es a que no plantearse el sentido o el porqué de la existencia y de lo que durante ésta ocurre o ha ocurrido, implica vivir en un mundo de realidades simples entonces entiendo yo esto más bien como un modo de actuar al respecto más que el antecedente, o el hecho de plantearse una realidad más complicada o no.
Es decir, esas personas que son felices un su mundo de realidades simples no necesariamente NO han de plantearse la posible realidad de otras realidades diferentes a la suya.
Que puedan ser felices en la simplicidad de la no complicación de la que hablas seguidamente, no significa implícita y necesariamente que no se planteen éste otro hecho. Es más podría incluso ser que dicha felicidad surgirá de la ABSOLUTA CONSCIENCIA de que otra realidad posible y más complicada pueda tener lugar, pero siemplemente la obviamos para evitar dicha complejidad. Por los motivos que sea, pero obviándola. Nunca NO planteándosela.
Por lo tanto considero que el hecho de que alguien pueda ser feliz en su mundo de realidades más sencillas sin plantearse activamente las posibles complicaciones de la existencia no implica que no se planteen o hayan planteado otra realidad. Suena más probable entonces que por predisposición a lo que me permitiré llamar comodidad decidan no planteárselo activamente. Y defino activamente.
Pensamos por un lado y actuamos por otro. O pensamos y actuamos en consecuencia. Cualquiera de las dos posibilidades se dan a veces. Entonces, una persona podría plantearse una realidad activamente es decir, implicándose en ella y en definitiva viviéndola, y otra persona simplemente podría planteársela y sin embargo decidir alejarse de ella por necesidad, por conveniencia, por miedo, inseguridad, desconocimiento o por los motivos que sean. Pero la posibilidad de que alguien pueda directamente no plantearse el porqué de las cosas ,desde el principio de su existencia, de manera intrínseca me resulta difícil de comprender, ya que como he dicho, considero que nos movemos, o avanzamos hacia algún sitio gracias a las respuestas que generan nuestras propias preguntas. Otra cosa es que las respuestas no nos satisfagan, o nos saturen, o nos aturdan y consecuentemente dejemos de preguntarlas.
Sin embargo y retomando el hilo del párrafo sobre la felicidad que pueda implicar plantearse una realidad u otra, he de decir que para unas personas, una determinada realidad puede ser o no igual de importante que para otra. Considero entonces que esto dependerá de los intereses personales de cada uno. Y entiéndase por 'intereses' la concepción de estos q explico en el 'post' que precede a ésta nueva discusión.
Como bien dices, el mundo está lleno de personas que no tienen la necesidad de plantearse la posible existencia de otras realidades diferentes a la suya. Exactamente los describes como personas que ya sea por necesidad o no, carecen de 'esfuerzo de la voluntad' para plantearse lo hablado, y es cierto. Pero en este sentido y para demostrar (o intentarlo) una vez más lo que parece una convicción sobre que esta realidad del no plantearse no implica la otra del no haberse planteado nunca, habré yo de plantearme de dónde nace el esfuerzo de la voluntad.
Esto sería un post más que extenso y debatido, por lo tanto mejor preguntaré si la fuerza de voluntad, realmente tiene algo que ver con una supuesta naturaleza innata e intrínseca de plantearse las cosas. Es decir, ¿es innata esta fuerza de voluntad, o se aprende? ¿En qué sentido se implica con la necesidad de determinadas respuestas?
Personalmente me inclino a pensar que se aprende (particularmente a partir de una necesidad que a su vez nace de algo vitalmente necesario), ya que considero que uno nunca nace con una fuerza de voluntad definida. Ni tampoco considero que sea algo que se vaya definiendo en sí mismo por sí solo según las necesidades de desarrollo internas, sino que nace de lo aprendido del exterior, de lo que ésto suponga en nuestras vidas y, lo que es más importante aún, de cómo esto se filtra para después actuar en consecuencia. No así el caso de 'el preguntar' que pareciera ser algo en sí mismo. Se aprende del entorno si, como muchas otras cosas, y varía según una persona u otra pero en principio hay una diferencia fundamental que podría alejarnos definitivamente de las similitudes que en principio pudieran tener ambas. Pero antes de señalar esta diferencia pondré un ejemplo.
Observemos al niño del libre de la selva. O a Tarzán. Tarzán era un hombre que se crió completamente de un entorno humano, sin embargo eso no le impidió desarrollarse en su entorno, tal vez no tanto a través del 'porqué' como a través del 'cómo', pero siempre una pregunta o una curiosidad o adquisición de conocimiento a través de una necesidad innata le llevó a sobrevivir en tal desconocido entorno. La fuerza de voluntad estaba allí, porque tal vez cuando estuviera cansado y le persiguiera un tigre tendría que correr y saltar, pero entonces, tal fuerza de voluntad podría bien confundirse con necesidad.
En nuestra sociedad la fuerza de voluntad se mide de otra manera. Se mide bajo el visor de la capacidad de esfuerzo para hacer O NO algo que en principio nos cuesta pero que si no lo hacemos nos perjudica. Perjudicar en un sentido u otro (según aquello que hayamos aprendido o filtrado).
La necesidad de preguntarse unas cosas o no (que no, unas cosas u otras porque si así fuera el caso no estaríamos debatiendo este arduo punto ya que finalmente siempre nos estaríamos preguntando algo) en ese sentido no se relacionaría con la fuerza de voluntad a la hora de hacerlo ya que las preguntas nacerían desde mucho antes que nos planteásemos o no hacerlas.
Con lo cual habría que colocar estas incógnitas en orden: pregunta, fuerza de voluntad.
Es decir, la fuerza de voluntad encontrará su motivo dependiendo de la respuesta a la pregunta y no al revés, y en función del tipo de satisfacción que produzca dicha respuesta hayaramos o no la fuerza en la voluntad para tomar medidas. Lo que significaría que la fuerza de voluntad de preguntarnos una cosa o no, nace después de que ya nos lo hayamos planteado.
Entonces, la pregunta sería... ¿nos planteamos todos las mismas cosas? Si es así, ¿a partir de qué punto empiezan a variar?
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Con respecto al párrafo sobre la pirámide de Maslow. Maslow lo tenía muy claro y me alegro. Pero uno no puede llegar y dar por sentado que esas son las únicas necesidades que tenemos y no explicar nada más. O que eso que explicase si es que lo hizo no llegue.
En cualquier caso, lo que yo creo es que Maslow expone sus necesidades y dentro de estas yo me permitiría el lujo de añadir niveles.
Las fisiológicas (es decir, comer, beber, dormir, y cualquiera que nos mantenga con vida y permita nuestro desarrollo) son iguales para todo el mundo. Las de seguridad (es decir, hogar, salud, etc) también, pero aquí habría que desarrollar matices. Ya que unos necesitarán vivir en una casa mas grande (por vanidad, por necesidad, por narcisismo, etc., etc.,) y otros se conformarán con una casa que se adecue a sus verdaderas necesidades, lo que yo entiendo por necesidades más realistas y si, de alguna manera, más cercanas a las fisiológicas. Lo mismo ocurre con el sentimiento de pertenencia a un grupo. Hoy en día dependiendo del grupo al que pertenezcas así serás tratado. Y esta concepción del trato que recibas, quien sabe de donde provendrá ya que algunos ni siquiera se lo plantean. Con lo cual por favor, matices. Reconocimiento y finalmente realización... Evidentemente, todos queremos ser reconocidos y sentirnos realizados, que algunos le den más o menos importancia no significa que no lo busquen de una u otra manera, pero evidentemente la forma de buscarlo será según la persona de una manera u otra.
Cuando defino el interés con relación al concepto de necesidad natural en ningún momento pongo en duda la pirámide de las necesidades de Maslow. De lo que hablo es de un interés casi primario como guía para no alejarse demasiado de la realidad necesaria y primordial hasta empezar a acercarnos a la necesidad compulsivo-destructiva.
Nunca he puesto en duda la realidad o no de esta pirámide, los intereses egocentristas a los que yo me refiero podrían bien ser una mutación de los intereses que Maslow desarrolla con tanta precisión. Es más, puesto que los que Maslow trata también se trata de intereses naturales, podría ser lo anterior el motivo por el que chocaran constantemente los de unas personas con los de otras.
Como bien dices, la competitividad en esta sociedad actual actúa muy poco a favor en este sentido pero no creo que sea la competitividad precisamente lo que haga que nos guiemos por intereses particulares, si no ese el único motivo, tendrá que haber otros también.
¿Necesidades de forma artificial? Si en algún momento he pronunciado tal cuestión, no me importará debatirlo, pero por supuesto también en otro post. Si bien pareciera que estuviésemos rodeados de necesidades artificiales, en buena medida gracias a algún tipo de publicidad.
Así una vez más, me despido con la intención de que sigamos charlando sobre este tema.
Una vez más recibe un cordial saludo amigo.
I. Morgades.